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VERSIÓN DE ARCHIVO 2007


Thomas S. Kuhn

Thomas S. Kuhn

Autor: Martha Sánchez Campos

La teoría kuhniana del cambio científico ocupa un sitio estratégico en la transformación que sufrió la filosofía de la ciencia a partir de los años sesenta. Este físico y filósofo norteamericano introdujo en el análisis epistemológico el aporte de otras disciplinas como la historia, la sociología y la psicología. La ciencia es presentada por Kuhn como una estructura cognoscitiva dinámica que surge y se desarrolla dentro de un contexto histórico-social, un paradigma, constituido por un conjunto de valores cognitivos que dependen de la comunidad científica. Esta propuesta, casi desde su origen, se tomó como una clara confrontación a las convicciones filosóficas del positivismo lógico y el racionalismo crítico, abriendo el debate epistemológico que dominó la filosofía de la ciencia durante la segunda mitad del siglo XX.

1. Perfil biográfico de Thomas Samuel Kuhn

Este controvertido físico y filósofo norteamericano nació el 18 de julio de 1922 en Cincinnati - Ohio. Sus padres, Samuel L. Kuhn y Minnette Stroock, eran judíos no practicantes que tenían una posición económica acomodada. Desde su infancia recibió una esmerada educación en diversas escuelas privadas, caracterizadas por sus métodos de enseñanza poco convencionales y por sus ideas liberales y progresistas [Baltas, Gavroglu, Kindi 2000: 255-259].

En 1940 inició sus estudios de física en Harvard. En 1943 obtuvo su grado de bachelor y este mismo año se enroló en la Fuerza Aérea, en la que colaboró como empleado civil de la Oficina de Investigación Científica y Desarrollo. Su participación en la Segunda Guerra Mundial lo marcó profundamente, llevándolo a decidir abandonar la Física. Sin embargo, una vez terminada la Guerra volvió a Harvard para continuar sus estudios. En 1949 obtuvo el doctorado, el tema de su tesis fue The Cohesive Energy of Monovalent Metals as a Function of Their Atomic Quantum Defects.

Mientras realizaba sus estudios de post-grado, J. B. Conant, entonces rector de Harvard, lo invitó a trabajar como su ayudante en un curso de formación científica general para no científicos. Ese curso formaba parte de un programa de interés nacional conocido como General Education Program, cuyo objetivo era introducir el estudio de la física y la biología en la educación de todo universitario en los Estados Unidos. La preparación de esas clases le puso frente al que sería el gran tema de sus posteriores investigaciones: el carácter contextual, “paradigmático”, de la ciencia. Por esta puerta ingresó en la historia y la filosofía de la ciencia, a las que, posteriormente, se dedicaría de lleno [Pardo 2001: 23-25].

De 1951 hasta 1956 fue profesor asistente del curso de General Education and History of Science en la Universidad de Harvard. Esta época estuvo marcada por sus estudios historiográficos y culminó en 1957 con la publicación de The Copernican Revolution. Ese mismo año terminó su contrato en Harvard y se trasladó a Berkeley donde ocupó el puesto de Assistant Professor de historia de la ciencia para los departamentos de historia y filosofía, como parte de un proyecto experimental de enseñanza e investigación. En estos años se dedicó a trabajar sobre el problema del descubrimiento científico.

Durante el curso 1958-1959 fue miembro del Center of Advanced Study in the Behavioral Sciences de Stanford. En este período estudió el tema de la influencia de la sociología en el desarrollo de la ciencia. Posteriormente regreso a Berkeley, donde escribió el borrador de The Structure of Scientific Revolutions. Esta obra fue publicada en 1962, simultáneamente como un fascículo de la International Encyclopedia of Unified Science, y como un libro editado por The University of Chicago Press.

En 1964 se trasladó a Princeton donde estuvo afiliado al Institute for Advanced Study y ocupó la cátedra M. Taylor Pine de historia y filosofía de la ciencia. Entre 1962 y 1965 publicó su obra histórica más importante: Archive for the History of Quantum Phisics en colaboración con John Helbron y Paul Forman.

En 1965 se llevó a cabo en Londres, en el Bedford College, el famoso debate con Karl Popper, en el que Kuhn confrontó su teoría con el racionalismo crítico popperiano. A partir de este momento, la tesis de Kuhn, que hasta entonces había sido acogida principalmente por historiadores y científicos, se empezó a difundir enormemente en el ambiente filosófico, llegando a colocarse en el centro mismo de las discusiones epistemológicas.

En 1970 publicó una segunda edición de The Structure of Scientific Revolutions, a la que añadió una nueva sección que llamó Postscript. Su intención era aclarar la noción de paradigma, que había sido duramente criticada por su ambigüedad. A pesar de todas las polémicas levantadas en torno a la tesis de Kuhn, o posiblemente gracias a ellas, The Structure of Scientific Revolutions tuvo un éxito insospechado. En la actualidad sus ventas han superado el millón de copias en inglés, ha sido traducida a diecinueve lenguas y es considerado un clásico de historia y filosofía de la ciencia.

Nueve años más tarde se trasladó al Massachusetts Institute of Technology (MIT), como profesor de historia y filosofía de la ciencia. En este período se dedicó a estudiar la importancia de los procesos cognitivos y lingüísticos para la epistemología, y el influjo del lenguaje en el desarrollo de la ciencia. El objetivo último de estos trabajos de investigación era la redefinición de la noción de inconmensurabilidad. En 1983 se le confirió la cátedra de filosofía Laurance S. Rockefeller, que ocupó hasta 1991, cuando se retiró de la docencia académica.

En 1990, en una de las reuniones de la Philosophy of Science Asociation, anunció que llevaba años trabajando en un libro en el que expondría el desarrollo de su pensamiento desde la publicación de The Structure of Scientific Revolutions hasta ese momento, y que el argumento principal de esta obra sería la inconmensurabilidad. Desafortunadamente, Kuhn no pudo terminar este proyecto, murió de cáncer a la edad de 73 años en Cambridge, Massachusetts, el 17 de junio de 1996. Las dos terceras partes de esta obra fueron publicadas con el nombre de The Road since the Structure por The University of Chicago Press [Gattei 2000: 347-349].

2. El análisis metodológico kuhniano

Hasta mediados del siglo XX, la filosofía de la ciencia tenía como función central determinar las reglas metodológicas que garantizaban la racionalidad científica. Esta perspectiva, que guiaba todo el análisis epistemológico, era comandada por el positivismo lógico, cuyos principios entraron en crisis en los años sesenta [Quine 1984: 49]. En estas circunstancias surgió un grupo de filósofos que propusieron metodologías alternativas para explicar la estructura del desarrollo científico y los cambios que se dan en él.

Dentro de este movimiento filosófico, que ha sido identificado como “nueva filosofía de la ciencia”, se encuentra Thomas S. Kuhn, quien es uno de los más destacados defensores del carácter revolucionario del desarrollo científico, y de la importante función que otras ciencias, como la historia, la sociología y la psicología, cumplen en el análisis epistemológico.

Los estudios históricos de Kuhn sobre el desarrollo de la ciencia le llevaron a afirmar que el papel de la historia en el análisis epistemológico trasciende la clásica función de fuente de ejemplos y situaciones previamente verificadas, convirtiéndose en uno de sus aspectos esenciales [Kuhn 1996: 1-9].

Bajo la guía de la tesis de la “nueva historiografía de la ciencia”, cuyo principal representante es Alexander Koyré, Kuhn sostuvo que el estudio de las teorías científicas requiere una lectura hermenéutica de los textos científicos, que permita comprenderlas dentro de la tradición en la que fueron formuladas.

Las lecciones que aprendí leyendo Aristóteles me guiaron más tarde hacia la lectura de científicos como Boyle y Newton, Lavoisier y Dalton o Boltzmann y Planck. En pocas palabras, estas lecciones son dos. La primera consiste en que hay muchas maneras de leer un texto y que las más accesibles al investigador moderno suelen ser impropias al aplicarlas al pasado. La segunda dice que la plasticidad de los textos no coloca en el mismo plano todas las formas de leer, pues algunas de ellas (…) poseen una plasticidad y coherencia que falta en otras. Cuando trato de explicarles estas lecciones a los estudiantes, les digo esta máxima: al leer las obras de un pensador importante, busca primero los aparentes absurdos del texto y luego pregúntate cómo pudo haberlos escrito una persona inteligente. Cuando tengas la respuesta, prosigo, cuando estos pasajes hayan adquirido sentido encontrarás que los pasajes primordiales, esos que ya creías haber entendido, han cambiado de significado [Kuhn 1977: XI].

Siguiendo a Alexander Koyré, Kuhn sostenía que no es posible comprender el trabajo de ningún científico fuera del esquema conceptual o paradigma donde se desarrolla. Pero un estudio de este tipo requiere conocer a fondo la estructura de la comunidad científica, tarea que supone un análisis sociológico. Estos estudios orientaron a Kuhn a descubrir la importancia del estudio de la génesis de las teorías, propio del “contexto del descubrimiento”, para conocer su dinámica y la del progreso de la ciencia.

La psicología también contribuyó al enriquecimiento del análisis epistemológico kuhniano. En concreto, la teoría de Piaget se convirtió en un importante punto de referencia para el estudio de la historia del desarrollo de los conceptos científicos dentro de las comunidades de especialistas. Sus tesis favorecieron eficazmente el descubrimiento de la estructura evolutiva de la ciencia, y la comprensión de la lógica del progreso de las disciplinas científicas.

Otra teoría psicológica que influyó en la epistemología de Kuhn es la psicología de la Gestalt. Kuhn se sirvió de los cambios gestálticos explorados por la psicología perceptiva para explicar las revoluciones científicas. Este autor encontró una importante analogía entre ambas transformaciones y se sirvió de ella para delinear las características de los procesos perceptivos que introducen al científico en un nuevo “mundo” después de un cambio paradigmático [Kuhn 1996: 111-116].

Siguiendo esta metodología, Kuhn definió la ciencia como una actividad humana, un producto social en el que interactúan factores internos y externos. Y el conocimiento como un acto intra-paradigmático, cuyo resultado no es una representación de la realidad, sino la realidad captada a la luz de las categorías perceptivas propias de cada tradición. Dichas categorías se asimilan por medio de un proceso educativo, que convierte al estudiante o al científico en miembro de una determinada comunidad de especialistas. La comunidad funciona dentro de un esquema conceptual o marco de investigación, que no sólo condiciona la formulación de las teorías, sino, también, la percepción de la experiencia y la clasificación de los fenómenos. Por tanto, no hay una única forma de organizar conceptualmente los datos de experiencia, ya que ésta siempre depende de una estructura teórica previa. Para Kuhn, ni teoría, ni experiencia, ni la relación entre ambas puede darse al margen de un contexto histórico-social.

3. La naturaleza del cambio científico en The Structure of Scientific Revolutions

En The Structure of Scientific Revolutions, Kuhn esbozó –mediante la aplicación de la hermenéutica de la “nueva historiografía de la ciencia”– una nueva imagen de la ciencia, cuya estructura es esencialmente dinámica; de allí que el tema central de esta obra sea la naturaleza revolucionaria del cambio científico.

Este dinamismo se expresa mediante el paso de las disciplinas científicas a través de dos de etapas que marcan su desarrollo: un período de ciencia normal, cuya actividad se concreta en la resolución de problemas dentro de un marco teórico determinado y, generalmente, aceptado por la comunidad científica; y un período de ciencia extraordinaria, que se abre cuando la ciencia normal entra en conflicto por la presencia de situaciones anómalas irreversibles. En esta etapa se da una crisis paradigmática en la que varias teorías compiten entre sí, y sólo se cierra cuando se logra el consenso de la comunidad en torno a un nuevo paradigma y se inicia un nuevo período de ciencia normal.

3.1. La ciencia normal

Ninguna disciplina científica surge ya como ciencia normal, sino que debe pasar por una etapa pre-científica. Esta fase se caracteriza por la falta de un marco teórico general, un cuerpo doctrinal sólido y consolidado —llamado “paradigma” por Kuhn— que guíe las investigaciones. En este período no se puede hablar de trabajo científico en sentido propio. Un ejemplo de esta etapa se puede ver el desarrollo histórico de la óptica. Las investigaciones sobre esta disciplina se remontan a la antigüedad y sin embargo, su estudio solo llegó a configurarse como ciencia en el siglo XVIII.

No hubo ningún período, desde la antigüedad más remota hasta fines del siglo XVII, en que existiera una opinión única generalmente aceptada sobre la naturaleza de la luz. En lugar de ello había numerosas escuelas y sub-escuelas competidoras, la mayoría de las cuales aceptaban una u otra variante de la teoría epicúrea, aristotélica o platónica. Uno de los grupos consideraba que la luz estaba compuesta de partículas que emanan de cuerpos materiales; para otro, era una modificación del medio existente entre el objeto y el ojo; todavía otro explicaba la luz en términos de una interacción entre el medio y una emanación del ojo; además había otras combinaciones y modificaciones. Cada una de las escuelas correspondientes tomaba fuerza de su relación con alguna metafísica particular y todas realzaban, como observaciones paradigmáticas, el conjunto particular de fenómenos ópticos que mejor podía explicar su propia teoría [Kuhn 1996: 12-13].

Durante el período pre-paradigmático, las teorías no son capaces, por sí solas, de dar lugar a la formación de un paradigma; requieren la ayuda de algunos factores externos a la ciencia en cuestión, como son: la inspiración de una corriente filosófica dominante, los descubrimientos de otra ciencia, o alguna circunstancia personal o histórica que impulse al científico a comenzar una investigación bien delimitada que, después de un período más o menos largo de estudio, dé lugar a un paradigma. A estos factores se unen un conjunto de creencias metodológicas y teóricas integradas que permitan elegir, valorar, y criticar la información que se ha ido recogiendo a lo largo del tiempo. «Para ser aceptada como paradigma, una teoría debe parecer mejor que sus competidoras; pero no necesita explicar, y en efecto nunca lo hace, todos los hechos que se puedan confrontar con ella» [Kuhn 1996: 17-18].

Una vez constituido el paradigma se inicia la etapa de ciencia normal, en la que la actividad de los científicos está dirigida a ofrecer criterios para formular y seleccionar los problemas que deben resolverse de acuerdo con las herramientas conceptuales e instrumentales de las que se dispone. Su finalidad, por tanto, no es resolver problemas sociales apremiantes, sino permitir el rápido progreso de la ciencia normal. Durante este período se trabaja en aquellos terrenos en los que se supone que ya existe una solución. De modo que el reto de los científicos es encontrar el camino para alcanzar ese resultado.

Kuhn compara la actividad de la ciencia normal con la “resolución de puzzles”. De modo análogo a como en un puzzle se debe utilizar todas las piezas y colocarlas en el lugar correcto siguiendo las reglas del juego, en la ciencia normal los problemas se resuelven siguiendo las normas definidas por el paradigma, e interpretando los datos de acuerdo a este marco teórico [Kuhn 1996: 23-42].

La ciencia normal está orientada a ampliar el ámbito de aplicación de las teorías que se desarrollan dentro de un paradigma, a mejorar la precisión de los resultados de los experimentos, a conseguir un mejor ajuste entre la teoría y el experimento, a eliminar conflictos entre las distintas teorías, y a eliminar los conflictos entre las aplicaciones dentro de una misma teoría [Kuhn 1970, 246]. Todo esto puede llevar a pensar que la ciencia normal es una actividad rutinaria y poco creativa, sin embargo, si bien durante la ciencia normal no hay descubrimientos inesperados, ya que todo funciona dentro de los márgenes del paradigma, los retos que enfrenta el científico requieren tanto de un trabajo serio y esforzado del científico, como de ingenio y creatividad.

3.2. La crisis paradigmática

La ciencia normal es una actividad altamente acumulativa que cumple sus objetivos con éxito, extendiendo con precisión el alcance del conocimiento científico. Sin embargo, la actividad científica no se reduce a la ciencia normal. A lo largo de la historia, la ciencia ha enfrentado situaciones novedosas, provocadas por el descubrimiento de fenómenos inesperados, que llevan a los investigadores a formular nuevas teorías.

De acuerdo con la teoría kuhniana, el origen de estos descubrimientos está en la percepción de una anomalía; es decir, de un hecho que pone en tela de juicio aspectos fundamentales de la tradición, inaugurando una etapa de crisis que puede conducir a una revolución científica. Sin embargo, no todas las anomalías provocan graves conflictos. La mayoría de las dificultades que enfrentan los científicos dentro de un periodo de ciencia normal son resueltas con las herramientas y los procesos propios del paradigma.

En el caso en que, ciertamente, se detecte una anomalía que genere una crisis, ningún paradigma será capaz de guiar las investigaciones. En este período, los científicos dedicarán sus esfuerzos a probar distintos métodos y elaborar nuevas teorías para dar solución a la crisis, estableciendo un nuevo paradigma.

La teoría de Newton sobre la luz y el color tuvo su origen en el descubrimiento de que ninguna de las teorías existentes antes del paradigma explicaban la longitud del espectro, y la teoría de las ondas que reemplazó a la de Newton surgió del interés cada vez mayor por los problemas en relación a los efectos de difracción y polarización [Kuhn 1996: 67].

El cambio paradigmático está, normalmente, liderado por un grupo de científicos más geniales, o más jóvenes y por ello menos acostumbrados a la tradición, que son los primeros en reconocer las anomalías como tales y abrirse a la transición. Pero siempre hay un grupo de científicos que pertenecen al paradigma en crisis que se resisten al cambio, convencidos de la que crisis se podrá resolver sin tener que abandonar su paradigma. Esta resistencia tiene una función importante: hace posible el progreso de la ciencia en su período normal; pero aún siendo inevitable y legítima, llega un momento en que quien se opone a la transición queda fuera de la ciencia.

Esta comprensión previa de las dificultades debe ser una parte importante de lo que permitió a Lavoisier ver en experimentos tales como los de Priestley, el gas que éste había sido incapaz de ver por sí mismo. Recíprocamente, el hecho de que fuera necesaria la revisión de un paradigma importante para ver lo que vio Lavoisier debe ser la razón principal por la cual Priestley, hasta el final de su larga vida, no fue capaz de verlo [Kuhn 1996: 56].

3.3. La naturaleza de las revoluciones científicas

Kuhn compara el carácter revolucionario de la ciencia con las revoluciones políticas. Durante las revoluciones políticas, la sociedad no reconoce ninguna estructura institucional como capaz de poner fin al conflicto, y en estas circunstancias las mismas estructuras en competencia deben acudir a la persuasión de las masas, e incluso a la fuerza para conseguir el dominio. De modo análogo, la resolución del conflicto en las transiciones paradigmáticas no puede resolverse mediante el recurso a la lógica y a la experimentación, como sostiene el positivismo lógico. Los datos experimentales sobre los que se pone a prueba las teorías no son fijos ni neutros, dependen del contexto teórico en que se encuentran.

Un nuevo paradigma sustituye al anterior sólo cuando hay tal compenetración entre la comunidad científica, o al menos parte de ella, y el nuevo paradigma que los científicos ven la naturaleza tal como él la presenta, de tal manera que una vez que la transición se ha completado, los profesionales de esa disciplina habrán cambiado plenamente su visión del mundo. Según Kuhn, los proponentes de dos paradigmas en competencia practican sus profesiones en mundos diferentes, de modo que ven cosas diferentes cuando miran en la misma dirección desde el mismo punto. Aunque el mundo como tal no haya cambiado, estos científicos, desde ese momento, trabajan en un mundo diferente al mundo en que trabajan sus colegas que permanecen ligados al paradigma anterior [Kuhn 1996: 111-112].

Es algo así como si la comunidad profesional fuera transportada repentinamente a otro planeta, donde los objetos familiares se ven bajo una luz diferente y, además se les unen otros objetos desconocidos. Por supuesto, no sucede nada de eso: no hay trasplantación geográfica; fuera del laboratorio, la vida cotidiana continúa como antes. Sin embargo, los cambios de paradigma hacen que los científicos vean el mundo de manera diferente [Kuhn 1996: 111].

Si bien los nuevos paradigmas utilizan gran parte del vocabulario y de los instrumentos conceptuales y experimentales del paradigma tradicional, durante la incorporación hay modificaciones que impiden que los conceptos utilizados en una teoría puedan identificarse plenamente con los conceptos utilizados por otras, y dan lugar a múltiples malentendidos. La teoría copernicana, por ejemplo, entre otras cosas, transformó el modo de concebir la tierra, que para los seguidores de la teoría tolemaica era esencialmente inmóvil [Kuhn 1996: 156-157]. Cada teoría tiene una estructura conceptual propia, y las diferencias entre unas y otras impiden que teorías que se refieren a un mismo tema tengan el mismo poder expresivo; es decir que en cada teoría se hace algunas afirmaciones sobre el mundo que no pueden formularse en la otra, lo que hace imposible la comparación entre paradigmas sucesivos. Los paradigmas son inconmensurables.

Estos cambios conceptuales provocados por la revolución científica no vienen solos, junto a ellos se producen algunos cambios de tipo metodológico: transformaciones en los procedimientos experimentales, cambios en la definición de los problemas, innovaciones importantes en los criterios que determinan la legitimidad de las soluciones, etc. En definitiva, cada paradigma contiene sus propias normas y definiciones [Kuhn 1996: 148-150].

La inconmensurabilidad también está vinculada a transformaciones ontológicas; después de cada revolución cambia el modo de considerar la naturaleza y enfocar los problemas científicos concretos. Por eso dos hombres que pertenecen a paradigmas diferentes, perciben la misma situación de modo distinto y, aunque empleen el mismo vocabulario, usan las mismas palabras de manera diferente [Kuhn 1996: 149-150].

Lo que anteriormente se entendía por espacio, era necesariamente plano y homogéneo, isotrópico y no afectado por la presencia de la materia. De no ser así la física de Newton no hubiera dado resultado. Para llevar a cabo la transición al universo de Einstein, todo el conjunto conceptual cuyas ramificaciones son el espacio, el tiempo, la materia, la fuerza, etc., tenían que cambiarse y establecerse nuevamente sobre el conjunto de la naturaleza [Kuhn 1996: 149]

Esto da lugar a una ruptura de la comunicación entre los especialistas, cuya causa no es un problema meramente lingüístico que pueda ser resuelto estipulando las definiciones de los términos conflictivos. No existe un lenguaje neutro al que ambos grupos de especialistas puedan acudir y que sea adecuado para enunciar las teorías y sus consecuencias empíricas; toda observación está cargada de teoría, esto quiere decir que no hay una base semántica, incluso a nivel sensorial, que sirva como garantía para la traducibilidad universal de las predicciones o afirmaciones empíricas de las teorías.

En estas circunstancias, la elección entre paradigmas solo es posible mediante un proceso de argumentación circular en el que cada grupo usa su propio paradigma para argumentar en su defensa, no hay ninguna instancia superior que señale criterios de elección [Kuhn 1996: 93-94].

Esto no significa que la elección entre dos teorías rivales sea un proceso irracional, existe una serie de argumentos objetivos como la precisión, la coherencia, la extensibilidad, la simplicidad, la utilidad práctica; y otras tantas razones subjetivas como la ideología, la idiosincrasia, la personalidad, las valoraciones estéticas que pesan positiva o negativamente en la decisión de los científicos. Sin embargo, ninguno de estos argumentos es decisivo; sólo contribuyen a mejorar la fiabilidad del candidato; lo que en última mueve a una comunidad científica a elegir una teoría en lugar de otra, no es su capacidad para resolver problemas, sino su capacidad para guiar investigaciones futuras. Por ello es necesario que en un principio haya un grupo de hombres que se adhieran al paradigma por motivos difícilmente explicables. Con el tiempo el paradigma irá ganando fuerza persuasiva, y así se sumarán a sus filas nuevos científicos interesados en su exploración; entonces se incrementará el número de experimentos, instrumentos, artículos y libros basados en el nuevo paradigma, hasta que sean muy pocos los científicos que continúen poniendo resistencia [Kuhn 1996: 155-159].

3.4. El progreso de la ciencia

Como acabamos de explicar, Kuhn distingue dos modos mediante los que la ciencia puede progresar. El primero corresponde al período de ciencia normal y el segundo al de la ciencia extraordinaria.

Durante la ciencia normal la comunidad está libre de la necesidad de reexaminar constantemente sus principios fundamentales. En estas circunstancias, sus miembros pueden dedicar sus esfuerzos a estudiar algunos aspectos problemáticos de su disciplina, dando vigor y eficacia a la investigación y produciendo un notable aumento de conocimientos. El progreso que la ciencia experimenta en este período se debe, en parte, al aislamiento en que trabajan las comunidades científicas maduras, que sin ser absoluto, es peculiar, ya que en ninguna otra comunidad profesional el trabajo creativo de cada individuo está tan exclusivamente dirigido y evaluado por los miembros de la propia profesión [Kuhn 1996: 163-164].

El segundo modo en que la ciencia progresa es por medio de los cambios paradigmáticos. Después de una revolución el antiguo paradigma ha sido «reemplazado, completamente o en parte, por otro nuevo e incompatible» [Kuhn 1996: 92]. Esta incompatibilidad incapacita la “demostración” de la superioridad del nuevo respecto a los antiguos. Cada paradigma es fuente de nuevos métodos, problemas y normas de resolución que la comunidad científica debe aprobar en un momento dado.

En esta etapa el progreso no es acumulativo y se opone a un tipo de desarrollo científico que se resuelve en la continua incorporación de unas teorías en otras, donde las teorías más desarrolladas cubrirían más información empírica que sus antecesoras, por lo que podrían ser deducibles a partir de otras teorías, o incorporables a las teorías posteriores. En el modelo kuhniano, la concepción acumulativa del progreso científico sólo se puede aplicar al desarrollo de la ciencia en su período normal, pero no se ajusta a la ciencia revolucionaria, en la que los paradigmas son inconmensurables. Esta tesis requiere una nueva definición de progreso que se ajuste a las características de la ciencia revolucionaria.

Tomando como modelo la teoría de la evolución de Darwin, Kuhn sostiene que el progreso de la ciencia en su período revolucionario es «un proceso cuyas etapas sucesivas se caracterizan por una comprensión cada vez más detallada y refinada de la naturaleza» [Kuhn 1996: 172-173]. En él se da un aumento en la articulación de los conocimientos y la especialización, que es fruto de un proceso de selección a través de la pugna entre paradigmas que buscan mejorar la práctica de la ciencia futura, pero no tiene como meta alcanzar la verdad científica. Por tanto, de acuerdo con la tesis de Kuhn, la verdad científica no es la meta que orienta el proceso de desarrollo de la ciencia [Kuhn 1996: 170-173].

La posición de Kuhn encierra una importante crítica al cientificismo, que considera la ciencia como el único medio para alcanzar la verdad definitiva acerca del mundo. Sin embargo, para poder afirmar la incapacidad de la ciencia de alcanzar la verdad absoluta sobre el mundo real, Kuhn elimina la natural aspiración de la ciencia a alcanzar un conocimiento objetivo del mundo, sacrificando de esta manera el carácter teleológico y finalista del conocimiento científico. Bajo esta perspectiva se niega a la investigación científica su carácter gnoseológico fuerte, y se la deja en un nivel puramente instrumental o pragmático.

4. Kuhn después de La estructura

El pensamiento de Thomas Kuhn se puede dividir en dos etapas, la primera, que hemos descrito en el apartado anterior, es la de The Structure of Scientific Revolutions, la segunda, que presentaremos en este apartado, es la que se abrió detrás de las múltiples críticas que levantó la teoría kuhniana sobre el desarrollo científico presentada en La estructura. En esta segunda etapa Kuhn orienta sus esfuerzos especulativos y clarificadores en dos direcciones: la noción de paradigma y el problema de la inconmensurabilidad.

4.1. La evolución de la noción de paradigma

Desde su origen mismo, en The Structure of Scientific Revolutions, la noción de paradigma no admite una definición unívoca. En una primera definición, el paradigma se presenta como un conjunto de soluciones comúnmente aceptadas que sirven como modelo para resolver los problemas concretos que se encuentran en manuales y libros de texto. Más adelante, siempre en La estructura, se habla de textos paradigmáticos, que son aquellos que han desarrollado un papel importante como guía para la ciencia. Y en un paso sucesivo aplica el término paradigma a las teorías contenidas y desarrolladas en estos textos. Se puede decir que en esta obra, Kuhn identifica el paradigma con un tipo de Weltanschauung, un modo de ver el mundo, un contexto histórico-social dentro del que se articulan y determinan hechos, datos y teorías, y en el que adquieren significado los términos allí empleados. En estas circunstancias el término paradigma se aplica a todo aquello que está sujeto al consenso de una comunidad científica. Un paradigma es lo que los miembros de una comunidad científica comparten; y a la inversa, la posesión de un paradigma común es lo que constituye en comunidad científica a un grupo cualquiera de hombres.

Esta diversidad de significados dio lugar a múltiples críticas [Masterman 1975: 129-163, Shapere 1964: 383-394], que Kuhn contestó en diversos artículos, en los que reconoció la ambigüedad de este término, e intentó clarificarlo [Kuhn 1979: 511, nota 4], distinguiendo en él dos sentidos. El primero que toma el nombre de “matrices disciplinares” designa todos los marcos conceptuales, o compromisos compartidos por la comunidad científica. El segundo sentido, que es conocido como “problemas ejemplares” o simplemente “ejemplares”, tiene la función de permitir la resolución exitosa de los problemas que se presentan, y es, propiamente, un subconjunto del primero.

Con esta distinción entre matrices disciplinares y soluciones ejemplares, Kuhn pretendía clarificar las características esenciales de la noción de paradigma, para poner en evidencia su función en el conocimiento científico. Su intención era poder prescindir del término paradigma, que había tomado “vida propia”, causando importantes confusiones, pero no del concepto que le llevó a introducirlo [Kuhn 1979: 532-533].

a. Las matrices disciplinares

Para explicar el significado de este término, Kuhn lo descompone: «“disciplinar” porque se refiere a la posesión común de los practicantes de una disciplina particular; “matriz” porque está compuesta de elementos ordenados de varios tipos, cada uno de los cuales requiere de una especificación posterior» [Kuhn 1996: 182]. Estos elementos, en su mayor parte, son los mismos que en The Structure of Scientific Revolutions describen los paradigmas, las partes de los paradigmas o las estructuras paradigmáticas. De entre ellos, Kuhn escoge tres que tienen particular interés para la filosofía de la ciencia: las generalizaciones simbólicas, los modelos y los ejemplares.

Las “generalizaciones simbólicas” constituyen los componentes formales o más fácilmente formalizables de la matriz disciplinar, y se pueden encontrar en forma simbólica como f=ma, o expresadas en palabras como: “la acción es igual a la reacción”. Su función es sintetizar las relaciones conceptuales que se dan dentro de una teoría, ofreciendo un lenguaje común al que se pueda aplicar fácilmente las reglas de la lógica y de la matemática con el objeto de resolver problemas [Kuhn 1979: 515].

Los “modelos” corresponden al aspecto metafísico del paradigma y poseen una vertiente heurística y una vertiente ontológica. Los científicos los utilizan para representar un campo de estudio, pues, desde una y otra vertiente, proporcionan analogías y metáforas que facilitan la explicación de los fenómenos. Por ejemplo, desde la vertiente heurística, «un circuito eléctrico puede considerarse como un sistema hidrodinámico en estado estacionario» [Kuhn 1979: 513], y bajo la vertiente ontológica se dice que «todos los fenómenos perceptibles se deben al movimiento e interacción de átomos cualitativamente neutros en el vacío» [Kuhn 1979: 513]. En cierto sentido, los modelos actúan como una especie de dogmas compartidos por los miembros de una comunidad.

El tercer componente de las matrices disciplinares, que coincide con el segundo sentido del término paradigma, son los “ejemplares”.

En el Postscript, Kuhn habla de un cuarto elemento de las matrices disciplinares: los valores. Su función dentro de la comunidad es unificar: es decir, contribuir a que la comunidad funcione como un todo. Este papel es particularmente importante cuando hay que identificar situaciones de crisis o elegir entre caminos incompatibles. Algunos valores son: la capacidad de predicción, la concordancia entre las predicciones de la teoría y las observaciones, o los resultados de la experimentación, la precisión, la exactitud, el alcance de la teoría, la coherencia lógica, la simplicidad a la hora de dar cuenta de los diversos fenómenos, la capacidad para generar nuevas soluciones, líneas de investigación, etc. Ahora bien, no todos los miembros de la comunidad aplican del mismo modo los valores; pero esta variabilidad, lejos de ser problemática, tiene una función esencial en la ciencia; gracias a ella, algunos científicos captan aspectos que otros no logran percibir, lo que contribuye al progreso de la ciencia [Kuhn 1996: 184-185].

b. Los paradigmas como soluciones ejemplares

Con el nombre de soluciones ejemplares se designa al conjunto de problemas modelo que los estudiantes encuentran a lo largo de su educación científica, que le sirven de base para aprender a aplicar la teoría a un nuevo conjunto de fenómenos naturales. De acuerdo con esta tesis, el científico nunca aprende conceptos, leyes y teorías en abstracto, sino a través de la práctica de resolución de problemas. Los científicos modelan la solución de cada nuevo problema sobre otra que sus antecesores, dentro de la comunidad científica, utilizaron exitosamente [Kuhn 1979: 520-521].

Galileo descubrió que la bola que baja rodando por una pendiente adquiere exactamente la velocidad necesaria para volver a la misma altura vertical en una segunda pendiente de cualquier inclinación, y aprendió a ver tales situaciones como un péndulo con un “punto-masa” en movimiento. Luego Huygens resolvió el problema del centro de oscilación de un péndulo físico imaginando que el cuerpo extenso de éste estaba compuesto de péndulos puntuales de Galileo, cuyos lazos de unión podrían ser soltados instantáneamente en cualquier momento de oscilación. Después de soltados los lazos, cada péndulo individual se movería libremente pero su centro de gravedad colectivo, como el del péndulo de Galileo se elevaría sólo a la altura desde la cual el centro de gravedad del péndulo extenso hubiera empezado a descender [Kuhn 1979: 520].

Este ejercicio consiste en la percepción de semejanza entre un problema modelo y otro nuevo y es, lógica y psicológicamente, anterior a las “reglas de correspondencia”, que según el positivismo lógico eran indispensables para aprender la teoría y poder relacionarla con los datos de experiencia. Los ejemplos paradigmáticos son el medio que nos permite poner en relación un sistema conceptual complejo, es decir una teoría, con el mundo, sin necesidad de recurrir a un lenguaje neutral de observación que especifique los significados de los conceptos básicos de la teoría. Las aplicaciones paradigmáticas constituyen, entonces, la instancia concreta donde se muestra la conexión entre teoría y experiencia [Kuhn 1996: 187-191].

4.3. La inconmensurabilidad

La tesis sobre la inconmensurabilidad que Kuhn presentó en La estructura fue interpretada en el ambiente epistemológico de los años setenta como un atentado a la racionalidad de la ciencia, y Kuhn fue acusado de subjetivismo y de propugnar la irracionalidad, lo que le impulsó a revisar esta noción con el afán de explicar mejor su significado, y dejar claro cómo esta noción no excluye la posibilidad de comparación entre teorías en competencia.

Para explicar esto se remitió al origen mismo del término:

“Inconmensurabilidad” es un término tomado de la matemática y ahí no tienen tal implicación. La hipotenusa de un triángulo rectángulo isósceles es inconmensurable con su lado, pero ambos pueden ser comparados con el grado de precisión que se desee. Lo que hace falta no es la comparabilidad sino una unidad de longitud en términos de la cual ambos puedan ser medidos directa y exactamente [Kuhn 1976: 191].

A continuación restringió la aplicación de la inconmensurabilidad a las teorías propuestas por paradigmas sucesivos, y más en concreto a sus léxicos o vocabularios, limitando el ámbito de esta noción al terreno semántico. Bajo esta nueva perspectiva, dos teorías son inconmensurables cuando están articuladas en lenguajes que no son completamente traducibles entre sí, ya que los términos, al pasar de una teoría a otra, cambian de significado, impidiendo la traducción de todos los enunciados. La inconmensurabilidad quedó, entonces, ligada al fracaso en la traducción completa entre dos teorías, ya que «las lenguas cortan el mundo de formas distintas» [Kuhn 2000: 92]. Con estos criterios, la inconmensurabilidad ya no significa incomparabilidad, sino imposibilidad de traducción total.

En los años ochenta, Kuhn redefinió nuevamente su posición y comenzó a hablar de “inconmensurabilidad local”. Esta reformulación supuso la elaboración de la llamada “teoría de los tipos”, según la cual la aplicación de la inconmensurabilidad se limita a una clase concreta de términos, los términos taxonómicos o términos tipo que incluyen tipos naturales, tipos de artefactos, tipos sociales, entre otros.

En inglés esta clase [los términos tipo] comprende, en general, los términos que usados singularmente o dentro de determinadas expresiones admiten artículo indeterminado. Se trata particularmente de sustantivos que pueden contarse y de aquellos que no pudiendo contarse se pueden combinar con sustantivos numerales en frases que piden el artículo indeterminado (…) [Kuhn 2000: 92].

De acuerdo con esta nueva formulación, Kuhn sostiene que cada teoría científica tiene su propia estructura léxica compuesta por conceptos o términos tipo, que están en función de ella. El producto de cada revolución es una nueva estructura léxica, dentro de la que algunos términos tipo tienen nuevos referentes que se superponen a los antiguos. Cada revolución comporta una revisión de toda la taxonomía léxica, y puede provocar la inconmensurabilidad entre dos comunidades científicas diferentes, pero como el cambio de significado se refiere sólo a una clase muy restringida de términos: los términos tipo, y muchos otros conservan su propio significado, hay un terreno común para la confrontación y para la elección racional de las teorías [Gattei 2000: 336-337].

Esta tesis convierte la inconmensurabilidad en imposibilidad de traducción localizada, provocada por las diferencias entre las taxonomías léxicas que impiden la comprensión entre comunidades diversas. La causa de la inconmensurabilidad deja de ser la imposibilidad de traducir conceptos simples, y pasa a ser la introducción de teorías con taxonomías léxicas diferentes que llevan a los científicos a clasificar el mundo de modo diverso. Así que «dos teorías son inconmensurables cuando sus estructuras taxonómicas no son homologables» [Pérez Ransanz 1999: 108].

Sin embargo, la imposibilidad de ofrecer una traducción completa no provoca la total interrupción de la comunicación entre dos comunidades lingüísticas diferentes. En los casos en que no se puede traducir un término extranjero se puede acudir a la interpretación, que nos permite aprender el significado de los términos en su propio contexto lingüístico sin necesidad de recurrir a nuestro lenguaje. De este modo, la posibilidad de comunicación entre quienes sostienen dos paradigmas diversos está garantizada, ya no por la traducción, sino por el bilingüismo [Kuhn 2000, 93]. Por este camino, la variación del significado y la relativa imposibilidad de traducción, ya no imposibilitan la confrontación entre teorías en competencia y así se garantiza la elección racional entre teorías inconmensurables [Gattei 2000: 338-339].

Esta tesis kuhniana requiere comprender la teoría del significando en la que descansa. De acuerdo con ésta, los conceptos son algo que las comunidades comparten ampliamente, y su transmisión de una generación a otra cumple un papel clave en el proceso de acreditación de los nuevos miembros. Este carácter social de todo concepto, como producto y herramienta de una colectividad se manifiesta sobre todo en el primer aspecto del significado: «saber lo que significa una palabra es saber cómo usarla para comunicarse con los demás miembros de la comunidad lingüística, donde dicha palabra es común» [Kuhn 1990: 301]. Por otra parte, salvo contadas excepciones, «las palabras no tienen significado individualmente, sino sólo a través de sus asociaciones con otras palabras dentro de un campo semántico. Si cambia el uso de un término, normalmente cambia el uso de los términos asociados a él» [Kuhn 1990: 301].

Una década después, Kuhn distingue un nuevo tipo de transición taxonómica: lo que en The Structure of Scientific Revolutions era una distinción entre desarrollo normal y desarrollo revolucionario, se convierte en una distinción entre un desarrollo que requiere mutación taxonómica local, y aquel que, por lo contrario, no lo requiere [Kuhn 2000: 97]. El resultado de la transición revolucionaria produce una fragmentación en la comunidad, y no tan solo una reagrupación. Esto implica que el grupo más conservador se queda trabajando en un dominio cuya estructura es básicamente congruente con la de la taxonomía anterior; mientras el grupo disidente adopta una nueva estructura taxonómica no homologable con la anterior, cuyo dominio es más estrecho que el considerado hasta entonces, lo que da lugar a nuevas divisiones en los campos de investigación existentes, es decir nuevas especialidades.

Cada especialidad genera un léxico propio y «no hay una lengua franca capaz de expresar por completo el contenido de todas ellas, o siquiera de un par de ellas» [Kuhn 2000: 98]. A la luz de esta perspectiva, el viejo ideal de la ciencia unificada que requería la construcción de un léxico homogéneo, resulta ser no sólo un ideal inalcanzable, sino más bien amenazante para el progreso del conocimiento.

Los últimos trabajos de Kuhn se centraron en los problemas ontológicos provenientes de la noción de inconmensurabilidad. Según Kuhn, los conceptos no sólo permiten describir el mundo sino que son constitutivos del mundo en el que viven los miembros de una comunidad lingüística. Por tanto, cuando las estructuras taxonómicas de dos comunidades no son homologables, cuando sus concepciones del mundo son inconmensurables, «algunas de las clases que pueblan sus mundos son irreconciliablemente diferentes, y la diferencia ya no es más entre descripciones sino entre las poblaciones que se describen» [Kuhn 1993: 319]. Esta afirmación coincide con el planteamiento presentado por Kuhn en The Structure of Scientific Revolutions, donde afirmaba que después de una revolución los investigadores que pertenecen a diversas comunidades científicas «trabajan en mundos diferentes» [Kuhn 1996: 135].

5. Observaciones finales

La teoría del conocimiento en la que se apoya la propuesta epistemológica de Kuhn, como él mismo ha admitido [Kuhn 2000: 104], encierra un paralelismo con la tesis kantiana. Así como para Kant la experiencia verdaderamente objetiva es el producto de la incorporación de la experiencia sensorial en la síntesis categorial, para Kuhn la experiencia es el producto de la aplicación del paradigma, o de las categorías lexicales, que reemplazan, en cierto sentido, a los paradigmas a partir de los años 80, sobre los estímulos que provienen del mundo, que se identifica con el Ding an sich kantiano. Sin embargo, a diferencia de Kant, el paradigma cambia con el tiempo y con el paso de una comunidad a otra. Pero, vale la pena aclarar que en otro texto, Kuhn sostiene que sus categorías son mas afines al sentido de las categorías a priori kantianas definido por Reichenbach, que a su sentido original.

Ambos significados —del a priori— hacen que el mundo en cierto sentido dependa de la mente, pero el primero amenaza la objetividad insistiendo en la absoluta fijeza de las categorías, mientras el segundo relativiza las categorías (y con ellas el mundo de la experiencia) al tiempo, el lugar y la cultura [Kuhn 1993: 331].

Es innegable, por tanto, que para Kuhn, como para Kant, el conocimiento permanece en la esfera de la subjetividad. Sin embargo, para Kuhn, esta subjetividad más que hacer referencia a un sujeto hace referencia a una comunidad de especialistas, que está inmersa en un contexto histórico-social.

Kuhn presenta la ciencia como una estructura cognoscitiva elaborada por una comunidad de especialistas en la que interactúan teoría y experiencia dentro de un marco histórico-sociológico amplio, en el que se forja la experiencia, a la vez que construye la ciencia. Pero este análisis se queda en el plano socio-psicológico sin llegar a establecer un status ontológico, lo que da lugar a que se la interprete como una especie de subjetivismo comunitario, que impide hablar de la ciencia como de un modo de conocimiento objetivo.

La teoría kuhniana y en concreto su noción de inconmensurabilidad ha dado lugar a una serie de preguntas, que han orientado el debate epistemológico contemporáneo, dando un nuevo impulso a las discusiones sobre el realismo científico. Esta tesis no sólo ha obligado a repensar los problemas metodológicos de contrastación y elección de teorías, sino que ha contribuido a renovar la reflexión sobre la racionalidad científica, alimentando también otra gran línea de cuestiones filosóficas sobre la ciencia: los problemas ontológicos y semánticos. De allí que la inconmensurabilidad se haya convertido en la noción más controvertida y desafiante de la filosofía de la ciencia actual.

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