Philosophica
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Tales de Mileto

Autor: Pedro Cervio

Tales (Θαλῆς), a quien se coloca tradicionalmente entre los siete sabios de Grecia, es considerado el primero de los filósofos. Desarrolló su actividad en Mileto entre fines del siglo VII y comienzos del siglo VI a. C. Muchos de los testimonios que nos han llegado acerca de su vida son probablemente legendarios. Si hemos de dar crédito a lo que de él cuentan las fuentes, fue un hombre polifacético, dedicado a la política, la astronomía y la ingeniería. Pero, sobre todo, Tales fue el primero que intentó explicar diversos fenómenos naturales aplicando un método racional; es decir, fue el primero que procuró canalizar el asombro según la manera típica de hacer de la filosofía. Fue maestro de Anaximandro.

1. Fuentes

Cómo hemos apuntado arriba, se considera habitualmente que fue Tales el primero que se dedicó a la filosofía. Es, sin duda, el primero cuyo nombre nos ha conservado la historia. Sin embargo, esto no significa que sepamos gran cosa acerca de su vida y de su obra. Muchas de las informaciones que nos han llegado acerca de Tales son legendarias. Otras han de ser tenidas solo como probables. Con su cautela habitual, Aristóteles no suele citarlo sin señalar antes que él mismo no está totalmente seguro de poder juzgar como propio de Tales lo que sus fuentes le atribuyen. Por eso, al estudiar la filosofía de Tales —lo mismo ocurre con la obra de muchos de los filósofos antiguos— es importante valorar primero esos testimonios.

Atendiendo a un criterio temporal, las fuentes que hablan de Tales pueden dividirse en dos: aquellas más cercanas y aquellas más lejanas en el tiempo. Cuanto más cercanas, mayor es, al menos en principio, el crédito que podemos prestarles [Dicks 1959: 294-295]. Las primeras noticias que tenemos acerca de Tales se encuentran en Platón, Aristóteles y Heródoto. Se trata, sin embargo, de autores que ya conocen solo de segunda mano el pensamiento del milesio. Ninguno de ellos pudo consultar alguna obra escrita por Tales y todos escriben unos 200 años después de su muerte. Otra valiosa fuente de datos es Teofrasto, ya que es probable que la mayoría de sus informaciones provengan de las mismas fuentes que utilizó Aristóteles en el Liceo (algunos especialistas piensan que dicha fuente sería alguna obra del sofista Hipias de Elide [Schofield 1997, O’Grady 2002]). Lo que por estos autores sabemos acerca de las ideas filosóficas de Tales es más bien escaso: un puñado de fragmentos con los que resulta difícil —si no imposible— procurar reconstruir su pensamiento. De todas formas, esas pocas líneas alcanzan para mostrar que el de Tales es un modo de pensar —si bien, en cierta medida, aun inocente— que deja ya de lado las explicaciones míticas de los fenómenos naturales. Solo por eso merece el calificativo de filósofo.

La mayoría de las fuentes posteriores al año 320 a. C. son mucho más tardías. Proclo o Simplicio, por ejemplo, escriben casi mil años después de su muerte y parece improbable que mucho de lo que dicen acerca de Tales pueda atribuírsele con certeza. Con el paso del tiempo la de Tales se volvió —paradójicamente— una figura mítica. Se convirtió en el prototipo del “sabio”, y es posible que muchos descubrimientos antiguos —e incluso anécdotas famosas— terminaran suponiéndose suyos por este motivo.

Con esto debería quedar clara la importancia de distinguir la calidad de las fuentes de información que nos refieren los hechos y las ideas de Tales. Cabe también señalar que la mayoría de los textos filosóficos de Tales se encuentra en las fuentes más antiguas y, por tanto, más seguras. Esto nos permite atribuir algún grado de certeza a lo que poco podemos decir de Tales como filósofo.

2. Datos biográficos

De acuerdo con lo señalado en el parágrafo anterior, los hechos salientes de la biografía de Tales solo pueden ser expuestos de forma muy aproximada. Heródoto [DK 11 A 5] atribuye a Tales la predicción de un eclipse, que habría tenido lugar durante una batalla entre Medos y Lidios. Según los cálculos modernos, los datos de la tradición parecen referirse al eclipse que tuvo lugar en el año 585 a. C. Según Diógenes Laercio, Apolodoro estableció que este hecho habría ocurrido en la época en que Tales se encontraba en su acmé (ἀκμή) [DK 11 A 1]. De ser esto cierto, Tales habría nacido a fines del siglo VII y desarrollado su actividad en la primera mitad del siglo VI. Se dice que vivió alrededor de 80 años.

Diógenes Laercio sostiene que sus padres fueron Examio y Cleobuline [DK 11 A 1]. Heródoto [DK 11 A 4] dice que su familia era de origen fenicio, pero lo más probable es que Tales haya nacido en Mileto.

Aecio refiere que realizó un viaje durante el cual habría entrado en contacto con matemáticos egipcios [DK 11 A 11]. Es relativamente corriente que en la antigüedad se atribuyan a los sabios griegos viajes a Egipto. Desde Egipto habría importado Tales la geometría a Grecia. Se dice también que midió la altura de las pirámides y que elaboró una teoría para explicar la crecida anual del río Nilo.

Asimismo, Heródoto lo presenta como estadista e ingeniero. Sus conocimientos le habrían permitido aconsejar a Craso desviar el curso del río Halis para disminuir su caudal y hacerlo vadeable para su ejército. Si bien Heródoto mismo [DK 11 A 6] duda de la veracidad de esta anécdota, es indudable que Tales se convirtió para los griegos en el paradigma del hombre ingenioso. Aristófanes [Aves 1009] dice de uno de los personajes : «es un Tales»; y por tal lo reputa también Platón [República 600 A].

Por su parte, Aristóteles [Política A 11, 1259 a 9] dice que gracias a sus conocimientos de los astros fue capaz de prever «que iba a haber una gran producción de olivas, se procuró un pequeño capital, cuando aún era invierno, y depositó fianzas por todas las presas de aceite de Mileto y Quíos, alquilándolas a bajo precio porque nadie licitó contra él. Cuando llegó el momento oportuno, al ser muchos los que a la vez y de repente las pedían, las iba alquilando al precio que quería y reunió mucho dinero, demostrando así que es fácil a los filósofos enriquecerse, si quieren, pero que no son las riquezas lo que les interesan».

En la antigüedad se referían a su vez diversas anécdotas que presentaban a Tales como filósofo típico. Tal vez la más conocida sea la que relata Platón [Téeteto 174 A], a quien gusta mofarse de los presocráticos, sobre las burlas que hubo de sufrir por parte de una esclava Tracia (para Diógenes Laercio se trataba de una anciana [DK 11 A 1]) por haber caído en un pozo ávido por observar los astros: «Como, oh Teodoro, se dice que una aguda y graciosa esclava tracia se burló de Tales, porque, mientras observaba las estrellas y miraba hacia arriba se cayó en un pozo; ávido por observar las cosas del cielo, le pasaban desapercibidas las que estaban detrás de él y delante de sus pies».

Los testimonios recién expuestos de Platón y Aristóteles, nos presentan a un Tales conocedor de los astros. En la época de Tales, muchos griegos cultos visitaban Sardes, con lo que nos es imposible que sus conocimientos astronómicos provinieran de la Mesopotamia. En esta línea, se le atribuyen con frecuencia diversos aportes en los campos de la astronomía y de la matemática. Además del episodio del eclipse (de dudosa autenticidad, pues ni los babilonios ni los egipcios con los que Tales habría estado en contacto contaban con los datos necesarios para predecir un eclipse si no dentro de unos amplios márgenes de tiempo y de ningún modo para un lugar concreto determinado), Eudemo refiere que predijo solsticios y observó que su ciclo no era siempre igual [Vidas i 23]. Calíaco sostiene que habría «medido también las pequeñas estrellas del Carro, por las que se guían los fenicios en su navegación» [DK 11 A 3 a], es decir, la constelación de la Osa Menor, que ofrece un punto fijo más preciso que la Osa Mayor, facilitando de ese modo la navegación.

En cuanto a las matemáticas, además de la anécdota que sostiene que Tales habría logrado medir la altura de las pirámides, se le atribuyen varios teoremas matemáticos. En concreto, Proclo [DK 11 A 11] le atribuye: la bisección del círculo por su diámetro; los ángulos de un triángulo isósceles son iguales y los ángulos verticales opuestos son también iguales. Sin embargo, es probable que se trate de atribuciones espurias. Lo que sí parece cierto es que Tales tuvo entre sus contemporáneos fama de haber realizado varias mediciones exitosas.

Difieren las fuentes sobre si Tales escribió o no algún libro. Según Simplicio escribió una Astrología Náutica [DK 11 B 1] que Diógenes atribuye a Foco el Samio [Vidas i 23]. Diógenes, por su parte, dice que mientras algunos dudan de que haya dejado algo escrito, otros dicen que dejó dos obras Sobre el solsticio y Sobre el equinoccio [Vidas i 23]. Las fuentes muestran que cuando menos, los comentaristas posteriores tenían profundas dudas acerca de que Tales hubiera legado alguna obra a la posteridad. De hecho, cada vez que Aristóteles habla de Tales utiliza expresiones que dan a entender que no conocía los dichos de Tales de primera mano sino a través de fuentes secundarias.

3. Filosofía

Los textos filosóficos de Tales que han llegado hasta nosotros son escasos y no es fácil hacerse una idea general de su pensamiento a partir de ellos. Tratan básicamente de dos temas, no fáciles de conciliar: el agua es el primer principio (material) de todas las cosas, y los seres inanimados poseen un alma (de donde se derivaría la idea de que el mundo está lleno de dioses).

3.1. El agua es el primer principio (arjé) de todas las cosas.

La mayoría de los primeros filósofos creyeron tan sólo principios a aquellos que se dan bajo la forma de la materia; pues afirman que el elemento y principio primero de todas las cosas es aquel a partir del cual todas las cosas existen y llegan por primera vez al ser y en el que terminan por convertirse en su corrupción, subsistiendo la sustancia pero cambiando en sus accidentes; porque tal naturaleza se conserva siempre (...), pues es necesario que haya alguna sustancia natural, una o múltiple, de la que nazcan las demás, mientras ésta se conserva. Respecto al número y la forma de tal principio no todos está de acuerdo, sino que Tales, el iniciador de tal tipo de filosofía, dice que es el agua (por lo que manifestó que también la tierra está sobre el agua), tomando, tal vez, dicha suposición de la observación de que el alimento de todas las cosas es húmedo y que el calor mismo surge de éste y vive por éste (el principio de todas las cosas es aquello de donde nacen); de aquí dedujo su suposición y del hecho de que la semilla de todas las cosas tiene una naturaleza húmeda; y el agua es el principio natural de las cosas húmedas. [Metafísica A 3, 983 b 6]

Aristóteles se extiende en una segunda cita sobre la teoría de Tales de que la tierra flota sobre el agua:

Otros dicen que la tierra descansa sobre el agua. Ésta es la versión más antigua que se nos ha transmitido, dada, según dicen, por Tales de Mileto, a saber, la de que ésta (la tierra) se mantiene en reposo porque flota, como si fuera un madero o algo semejante (pues ninguna de estas cosas se mantiene en el aire en virtud de su propia naturaleza, pero sí en el agua) —como si no se aplicara el mismo argumento al agua que soporta la tierra que a la tierra misma. [De caelo Β13, 294 a 28]

Como hemos ya dicho, la primera dificultad que se presenta al intentar exponer la doctrina filosófica de Tales es la escasez de testimonios. La segunda es que no tenemos acceso directo a un texto de Tales. En efecto, los fragmentos arriba citados nos han llegado gracias a Aristóteles. El contexto de esas citas es habitualmente el status quaestionis que el Estagirita suele realizar de los distintos debates filosóficos en los que participa: antes de dar su opinión, examina las de sus antecesores. Es razonable, entonces, preguntarse si la exposición e interpretación que hace Aristóteles de esos pasajes concretos es fiel o no al pensamiento de Tales. Lamentablemente, la información con que contamos no permite aventurar una respuesta definitiva. De todas formas, resulta imprescindible explicitar el contexto en el que Aristóteles cita a Tales para distinguir, en la medida de lo posible, lo que serían más bien planteamientos aristotélicos que del milesio.

Ahora bien, en opinión de Aristóteles, lo que caracteriza a los primeros filósofos es la búsqueda de una explicación última del mundo: su primer principio o arjé (ἀρχή). El termino arjé no se encuentra en los fragmentos que conservamos de Tales, y probablemente sea un hallazgo de su discípulo Anaximandro. El Estagirita lo describe arriba en la primera cita como el «elemento (…) primero de todas las cosas». El arjé tiene tres características:

1) Es la fuente de la que todo proviene: «a partir del cual todas las cosas existen y llegan por primera vez al ser».

2) Es el término último en que todo se resuelven: «en el que terminan por convertirse en su corrupción».

3) Es aquello que subyace y sostiene a las demás realidades; lo que permanece a través del cambio: «es necesario que haya alguna sustancia natural (...) de la que nazcan las demás, mientras ésta se conserva».

El arjé que los Presocráticos buscan es, por tanto, una naturaleza o physis (φύσις), entendida no en el sentido moderno, sino como realidad primera y fundamental, capaz de dar una explicación convincente acerca del origen, la estabilidad y el destino del mundo que nos rodea. Por este motivo, Aristóteles llama a estos filósofos “fisiólogos”.

Siempre según Aristóteles, en opinión de Tales la physis es un principio de tipo material que recibe el nombre de “agua”. Que esta era la opinión de Tales, es para Aristóteles un hecho probado: «dice que es el agua». A continuación, intenta explicar el motivo de esta afirmación apelando a consideraciones de tipo “fisiológico” [Kirk-Raven-Schofield 1957: 89]. Aristóteles supone que Tales llegó a esta conclusión a partir «de la observación de que el alimento de todas las cosas es húmedo y que el calor mismo surge de éste y vive por éste» y «del hecho de que la semilla de todas las cosas tiene una naturaleza húmeda; y el agua es el principio natural de las cosas húmedas». Tal vez, a la hora de hacer su elección, comenta más adelante el Estagirita, Tales se vio influido por, o se encuentra en continuidad con, la tradición de los antiguos que sostenían que Océano y Tetis eran los padres del mundo [Metafísica 983 b 30].

Hasta aquí, el parecer de Aristóteles. La naturaleza se define por un primer principio material llamado agua. No conocemos la explicación que Tales daba de por qué es el agua el primer principio de la naturaleza ni cómo a partir de ella se generan los seres o se resuelven al corromperse. Se pueden aducir una serie de razones en parte relacionadas con las avanzadas por Aristóteles. En efecto, el agua es uno de los elementos que más abunda en la naturaleza y que más fácilmente se amolda en y a los otros cuerpos. Por otra parte, no es difícil observarla en sus tres estados, gaseoso, líquido y sólido, así como el paso de uno a otro. Si tomamos en cuenta también que el agua es necesaria para la supervivencia de los vivientes, no resulta ilógico (en el sentido de que se pueden aducir razones) concluir que se trata del elemento necesario para la existencia de todos las demás seres, mientras que ella misma no es generada a partir de cosa alguna previa.

De todas formas, esto no significa necesariamente que Tales identificara sin más el agua de la que tenemos experiencia cotidiana, el agua en cuanto realidad natural, con el agua-primer-principio. Parece natural pensar que el agua que podemos ver, tocar y sentir no sería sino una manifestación más del arjé. Pues para Tales, dicha “agua” es un “principio” de lo que todo proviene, en lo que todo se resuelve y es garante de la solidez de lo real.

En el fondo, el nombre de “agua” es lo de menos. Es probable que Tales se haya decidido a utilizarlo, como sugiere Aristóteles, influido por la tradición mítica griega. Sea lo que fuere, lo importante para la historia de la filosofía es que se trata ya de un aserción, inocente, sí, criticable, tal vez, pero que deja de lado las explicaciones míticas de los fenómenos naturales, para buscar una solución racional (fruto de la reflexión) a un problema concreto.

Para captar mejor esto último es necesario reflexionar sobre la pregunta que Tales está intentando responder y que nos da la medida de su genio filosófico. En un primer nivel, y aunque la cuestión no esté planteada de manera explícita, nos encontramos frente al primer intento de solución de lo que se convertiría en clásico problema griego de lo uno y lo múltiple. O lo que es lo mismo, del intento de dar razón última de la estabilidad del mundo frente al cambio. En este sentido, Tales sostiene la existencia de un principio de unidad de lo real (el “agua”) y, a partir de este, intenta dar razón de la pluralidad de naturalezas que nos rodean.

Ya en un segundo nivel, podemos columbrar también que en lo que Tales está interesado no es en conocer alguna cosa concreta sino que quiere saber lo que las cosas son, encontrar su explicación última. Se trata de la pregunta por la verdad de las cosas. Qué son de verdad. Cuál es su esencia. Lo que aquí acontece es, en definitiva, la pregunta filosófica por excelencia: la pregunta por el ser. Y Tales da su respuesta, pues al decir que es el agua el primer principio, asume que todo lo que existe forma parte de un único mundo del ser, y que todo lo que existe tiene, por tanto, una propiedad en común.

Al analizar el fragmento de que la tierra flota como un madero en el agua —además de notar que con Tales comienza la costumbre filosófica de usar de analogías como modo de ilustrar una idea—, podemos intuir también que Tales está intentando solucionar un problema por vía no mitológica. Aristóteles, poco antes de citar a Tales, expone el problema filosófico con el que se enfrenta:

En efecto, sería propio de un pensamiento harto perezoso no preguntarse cómo es que una pequeña porción de tierra, si la sueltas una vez elevada, se desplaza y no quiere quedarse quieta, y ello más aprisa cuanto mayor sea, mientras que la totalidad de la tierra, si alguien la soltara tras haberla elevado, no se desplazaría. Pues bien, un peso tan enorme permanece en reposo. Ahora bien, si alguien pudiera retirar la tierra de debajo de unas partículas de tierra que se estuvieran desplazando, antes de que estas cayeran, dichas partículas seguirían cayendo de no mediar ningún obstáculo. Es natural, por consiguiente, que esta dificultad se haya convertido para todos en un problema filosófico. [De Caelo 294 a 12–20]

En efecto, al aducir que la tierra flota en el agua como un madero, Tales estaría esbozando una solución no mitológica para el hecho de que la tierra está en reposo pero al mismo tiempo en medio del espacio. La paradoja se resuelve negando que la tierra esté en medio del espacio, porque está rodeada de agua [Barnes 1982: 7]. Aunque, no es difícil descubrir las fallas de este razonamiento (Aristóteles, en buena lógica, apunta que Tales no había resuelto el problema, porque tendría que hallar aún un soporte para el agua), también se impone esta verdad: estamos frente a un razonamiento que busca solucionar una cuestión filosófica concreta.

3.2. Los seres inanimados poseen un alma; el mundo está lleno de dioses.

Parece que también Tales, a juzgar por lo que cuentan, supuso que el alma era algo cinético, si es que afirmó que la piedra (magnética) posee alma porque mueve el hierro [De anima A 2, 405 a 19].

Aristóteles e Hipias afirman que (Tales) hizo partícipes de alma incluso a los inanimados (sin alma), deduciendo sus conjeturas de la piedra magnética y del ámbar [Vidas i 24].

Y algunos afirman que (el alma) está mezclada en el todo (universo), por lo que tal vez Tales creyó también que todas las cosas está llenas de dioses [Aristóteles, De anima A 5, 411 a 7].

Sobre la doctrina de Tales acerca del alma y de la divinidad, contamos solo con las vagas noticias recién transcritas. Dada la escasez de material, parece difícil, una vez más, ir más allá de meras hipótesis. No es sorprendente comprobar, entonces, cómo los especialistas difieren en sus explicaciones de estos temas.

Cuando en el De Anima, Aristóteles pasa revista a las diversas concepciones del alma que han sostenido sus predecesores, apunta que Tales la habría entendido como una fuerza motriz o cinética. Para Tales el alma sería algún tipo de motor. Esto se desprendería del hecho de que, según las informaciones que Aristóteles poseía, Tales habría afirmado que la piedra magnética (Diógenes Laercio, añade también el ámbar que, por frotación, se convierte en magnético) tiene alma, porque atrae al hierro. Se impone, así, la conclusión de que el alma es un principio de movimiento.

Según Hipias y Aristóteles, Tales habría extendido la conclusión de que la piedra magnética tiene alma a todos los seres inanimados. Aquí se hallaría, también para Aristóteles, la clave para entender la aserción de que «todas las cosas están llenas de dioses». El Estagirita supone que Tales habría dicho esto porque suscribía la tesis de que existía una especie de alma del mundo: «el alma está mezclada en el todo». Puesto que incluso seres aparentemente inanimados como las piedras poseen algún tipo de alma, el mundo en su conjunto, que manifiesta tan gran poder de cambio y de movimiento, debería poseer también algo de divino, ser el producto de alguna clase de alma inmortal [Kirk-Raven-Schofield 1957: 95]. De todas formas, esta es la opinión de Aristóteles, y no podemos comprobar que Tales prensara realmente que el mundo en su conjunto compartía alguna especie de alma.

En torno a este tema, surge también la cuestión de si la afirmación de que el mundo está lleno de dioses es conciliable o no con la de que todo está hecho de agua. En busca de una respuesta, algunos autores han propuesto identificar el agua-primer-principio con la divinidad: el agua no sería más que un modo de nombrar al dios supremo, creador o constructor del mundo [Hack 1931: 42]. El gran inconveniente de esta posición es que no hay ningún fragmento que nos permita refrendarla. Aunque la conclusión parezca razonable, no podemos tener la certeza de que Tales haya hecho esa asociación. Y como hace notar Étienne Gilson, tampoco Aristóteles la hizo [Gilson 1941: 2-3].

Otra posible solución es, no ya convertir al agua en dios, sino a dios en agua. Puesto que no sería posible encontrar en Tales y sus inmediatos sucesores la más mínima traza de especulación teológica, todo nos autorizaría a pensar que cuando Tales dice que el mundo está lleno de dioses, en realidad no quiere decir dioses sino algún tipo de fuerza puramente física o natural, que es el primer principio de todas las cosas [Burnet 1930: 18]. De nuevo, como señala Gilson, detrás esta tesis parecen esconderse prejuicios de tipo racionalista. En efecto, lo que se sugiere es que, en cuanto filósofo Tales, habría superado el estadio de religiosidad primitiva en la que se hallaban sus contemporáneos, para adentrarse en una más evolucionada forma de pensamiento. Pero la dificultad reside precisamente en mostrar que Tales (y sus sucesores) no tuvieron preocupaciones teológicas [Gilson 1941: 4-14].

A medio camino entre estas afirmaciones, se encuentran las de aquellos especialistas que suponen que al declarar que todo esta lleno de dioses Tales no pretendía más que sugerir que todo está permeado por el principio del agua [Reale 1989: 57-58]. Decir que todo nace del agua significaría que todo tiene un origen divino y que está penetrado por la divinidad. Evidentemente Tales no estaría pensando en divinidades paganas, sino de algo más profundo. Eso profundo y oculto, que no se capta a simple vista, sería el “agua”, de la que están hechas todas las cosas. Tales estaría sugiriendo que lo divino es como el agua: algo que cambia de forma pero es, al mismo tiempo, siempre lo mismo (un principio eterno), a pesar de que cambia. Una vez más hay que decir que con los datos de que disponemos, nos encontramos frente a meras especulaciones.

Resulta, de todas formas, curioso que Tales no hable de “dios” sino de “dioses”, cuando, por otra parte, propone la existencia del “agua” como primer principio de la realidad. Pero si los dioses son muchos, caben aquí solo dos opciones: o bien no es posible identificar a los dioses con el primer principio de las cosas en las que ellos están, o bien, si cada dios es principio, y estos son muchos, no puede decirse que haya un único principio de todas las cosas. Dado lo que sabemos de Tales, la opción lógica parece ser la primera. Esto podría significar que Tales rechazó la posibilidad de identificar a sus dioses con el primer principio. Tal vez Tales y los primeros filósofos griegos no hicieron esta identificación (que harían más tarde los estoicos) porque no querían perder a sus dioses o reducirlos a mera causa de las cosas [Gilson 1941: 14].

Esto pondría también en entredicho la afirmación que hacen algunos de que Tales es un filósofo “materialista”. Es verdad que el “agua” parece ser un principio o causa material única del mundo. Pero un filósofo que sostiene la existencia de “dioses” distintos e independientes de ese primer principio, concibe el mundo como un sitio en el que hay lugar para algo más que lo puramente material.

4. Consideraciones conclusivas

Tales puede con justicia ser considerado el primero de los filósofos. Con él comienza el pensamiento griego a abandonar el mito como modo de explicar la realidad. En los pocos fragmentos que nos han llegado, podemos observar que sus respuestas, sin duda incompletas e incluso inocentes, son ya un intento especulativo de dar razón del problema del primer principio (e implícitamente del de lo uno y lo múltiple) y de la naturaleza del alma. Es poco lo que sabemos como para intentar comprender a fondo sus ideas pero suficiente para descubrir una mente que propuso fundar sus explicaciones en principios y causas. Este nuevo modo de pensar se convirtió, gracias a Tales, en una tradición viva que dio inicio al modo típicamente griego de enfrentarse al mundo. Se trata del comienzo de la historia de la filosofía.

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6. Otras voces relacionadas

Anaximandro, Anaxímenes.

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Cervio, Pedro, Tales de Mileto, en Fernández Labastida, Francisco – Mercado, Juan Andrés (editores), Philosophica: Enciclopedia filosófica on line, URL: http://www.philosophica.info/archivo/2012/voces/tales/Tales.html

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