Philosophica
Enciclopedia filosófica  on line

Michael Polanyi

Autor: Miriam Savarese

1. Breve introducción

Michael Polanyi (1891-1976), científico y filósofo, tras alcanzar una posición académica destacada en química-física y un breve período dedicado a la economía (era keynesiano), se dedicó a la investigación filosófica, principalmente como epistemólogo y pensador liberal opuesto a los totalitarismos. Su obra más importante es Conocimiento personal (Personal Knowledge, Londres, 1958).

Considerado uno de los principales exponentes de la epistemología pos-crítica y pos-positivista, es conocido sobre todo por el “conocimiento tácito” (tacit dimension o tacit knowing) y el “conocimiento personal” (personal knowledge), dos nociones estrechamente ligadas y, en su momento, provocativas. La primera, hace referencia a una dimensión del conocimiento no-explícito o inexpreso que, hasta un cierto punto, no es explicitable y en el que radica la totalidad del conocimiento humano. La segunda, indica que la participación apasionada de la persona en cada acto cognoscitivo es un factor vital y esencial del conocimiento, en primer lugar del científico. De este modo, Polanyi se propone redefinir la objetividad y la subjetividad a partir de lo personal. Nuestro autor intenta revalorizar la importancia de las potencias cognoscitivas de la persona, que son fundamentalmente tácitas. Polanyi comienza sus estudios examinando sistemáticamente el conocimiento científico [Polanyi 1974: vii-viii]. Con el término ciencia se refiere generalmente a las ciencias empíricas y matemáticas [Polanyi 2009: 25]. Se propone demostrar que la participación de la persona es necesaria para conocer científicamente.

A estas tesis hay que añadir su abierta oposición al positivismo y al neopositivismo y a muchas características del pensamiento crítico moderno, incluidas la duda metódica como principio heurístico y la dicotomía entre hechos y valores. Polanyi está convencido de que la modernidad ha llegado al final de su parábola – anticipando así el advenimiento de la posmodernidad; un término que, sin embargo, no emplea – y que se necesita un nuevo modo de pensar, una filosofía que satisfaga las necesidades de la época. Ésta ha de ser capaz de admitir las “bases fiduciarias” de nuestro conocimiento, reconociendo el vínculo apasionado que existe entre el creer y el conocer, así como el alcance de las capacidades cognitivas de la persona humana con respecto a la realidad. De esa manera, elabora una epistemología alternativa, en la que se deja sentir, siempre con más claridad, la influencia agustiniana y del esquema paulino de la redención (interpretado en un modo aparentemente más cercano al protestantismo evangélico que al catolicismo). De particular interés resulta su refutación del empirismo positivista: fundándose en la relación entre las partes y el todo, muestra que el conocimiento auténtico no reside en los elementos básicos sino en el nivel superior del todo.

Sin embargo, su pensamiento va más allá de la epistemología y de la sociología de la ciencia típicas de su época, y se extiende también al liberalismo, a las cuestiones económicas y socio-políticas, a la estética y a la filosofía de la religión. Decidido oponente de los totalitarismos, en particular del nacionalsocialismo y del comunismo, fue en un activo anticomunista. Liberal convencido pero no libertario, teorizó sobre una “sociedad libre” impregnada de una serie de valores (en primer lugar, de la verdad) y en la que la tradición juega un papel determinante. Estos temas están estrechamente vinculados con su epistemología, a la cual atribuyó implicaciones ontológicas y gnoseológicas: para Polanyi, no hay discontinuidad entre los diversos tipos de conocimiento humano. En sus últimos años, abordó de manera especial la investigación de lo religioso y lo mítico, así como la reflexión sobre la relación entre ciencia y fe religiosa.

Estas últimas reflexiones, leídas conjuntamente con aquellas de tipo personalista y epistemológicas, han dado lugar a estudios teológicos y religiosos, que se suman a los de ámbito epistemológico, moral y político.

A pesar de su influencia en filosofía de la ciencia (no comparable a la de Popper o la de Kuhn) y de sus profundas y originales intuiciones y propuestas, Polanyi no suele ser considerado como un filósofo profesional. Probablemente esto se debe a su formación en ciencias empíricas (no filosóficas), al uso de un lenguaje poco técnico y a su original manera de abordar los problemas, así como a la dificultad para adscribir su pensamiento a la filosofía analítica o a la continental.

A continuación se presenta el pensamiento filosófico de Polanyi, pasando por alto sus contribuciones a la química-física (donde obtuvo resultados importantes y fue precursor de varios descubrimientos posteriores) y a la economía.

2. Biografía

Michael Polanyi nació en 1891 en Budapest, en ese entonces parte del Imperio austrohúngaro. Fue el quinto hijo de Mihály y Cecilia (nacida Whol), judíos no practicantes. Recibió el nombre de Mihály (luego traducido al inglés como Michael). Su padre era originario de Hungría, más precisamente de la región de Árva (hoy en Eslovaquia) y Ungvár (hoy en Ucrania). Su madre era originaria de Vilnius (Lituania, entonces parte del imperio ruso). La familia cambió el apellido original Pollacsek a Polányi al mudarse a Budapest (el acento se perderá al pasar al inglés). Mihály, ingeniero y rico empresario, construía ferrocarriles hasta la quiebra de su empresa en 1900. La familia no se recuperaría de la ruina económica, en parte debido a la prematura muerte del padre en 1905. La madre simpatizaba con movimientos socialistas y anarquistas, y en su juventud estuvo involucrada en el ambiente de los revolucionarios rusos. En torno a ella se reunía un círculo de intelectuales de vanguardia, que continuó de diversas formas incluso tras la muerte de su marido. Su abuelo materno, Andreas Wohl, un estudioso de la historia judía y traductor de varios textos religiosos del hebreo al ruso, dirigió la escuela rabínica de Vilnius y llegó a ser gran rabino.

Después de estudiar en el Minta Gymnasium, Michael Polanyi frecuentó la facultad de medicina de la Universidad de Budapest, donde estudió fisiología e investigó la adsorción, un fenómeno físico-químico al que dedicará una parte importante de sus futuras investigaciones en química-física, proponiendo a la comunidad científica una de las primeras teorías para explicarlo. En 1913, después de pasar un semestre en la Technische Hochschule (Universidad técnica) de Karlsruhe (Alemania), se graduó en química-física. Entretanto, fundó con su hermano Karl el Círculo Galileo (Galilei Kör, 1908) para la difusión de la ciencia, que proponía un socialismo no revolucionario – orientación intelectual de la cual, sin embargo, se distanciaría gradualmente.

Su primer artículo científico, sobre la química del líquido hidrocefálico, apareció en 1910. En 1913, tomando como punto de partida un intento por aplicar la termodinámica a la adsorción, propuso una teoría que extendía el teorema del calor de Nernst, por la que recibió el aliento de A. Einstein. Después de dejar la práctica de la medicina, volvió a estudiar a Karlsruhe.

Durante la Primera Guerra Mundial se desempeñó como oficial médico y, durante una licencia por difteria, escribió su tesis doctoral en química-física, sobre la adsorción de los gases. Se matriculó en la Universidad de Budapest en 1916, aprobó el examen escrito de doctorado, pero la defensa oral se pospuso por dos años a causa de la guerra. Finalmente obtuvo el título en 1919.

En 1917, apareció A los pacificadores, su primer artículo de carácter socio-político, que constituye un ataque a la concepción materialista de la historia. En 1918 fue secretario del Dr. Max H. Goldzieher en el Ministerio de Salud de la República Democrática de Mihály Karolyi pero, tras la revolución comunista de Bela Kun (1919), regresó a la investigación universitaria. En otoño, removido de su puesto en Budapest como consecuencia del nuevo régimen de Nicolas Horty, se transfirió a la Technische Hochschule de Karlsruhe. En aquel momento Alemania se encontraba en la vanguardia de los estudios científicos, especialmente en física. En 1920, cuando los ciudadanos húngaros del Imperio austrohúngaro tuvieron que elegir entre la ciudadanía húngara y la austriaca, optó por la segunda.

En 1919, recibió el bautismo en la Iglesia Católica y en 1921 se casó con Magda Kemeny, hebrea católica que estudiaba ingeniería química en la Technische Hochschule[1]. Polanyi no fue nunca un católico practicante. Se ha especulado que su conversión estuvo motivada en parte por una identificación personal con el cristianismo y en parte por conveniencia [Scott - Moleski 2005: 55]. En su madurez, crecería su oscilante interés por la religión, y frecuentaría ambientes y celebraciones bautistas y metodistas inglesas. Sin embargo, dada su particular reserva sobre este punto, se discute cuál era su credo religioso.

En el otoño de 1920 obtuvo un puesto en el instituto para el desarrollo de las fibras del Kaiser Wilhelm Institut de Berlín. A pedido de su director, Fritz Haber, se dedicó sobre todo a la química de la fibra y a la cristalografía, área en la que se consolidó como químico-físico y formó su propio equipo de investigación. Asistió a los seminarios de química de Haber y a los de física organizados por von Laue, en los que también participaron Einstein, Schrödinger, Hahn, Planck, Haber y Nernst. En 1922 nació su primer hijo, George, futuro economista.

Continuó haciendo progresos en el campo profesional, tanto en el Instituto como en la Technische Hochschule de Berlín. En 1923, se convirtió en miembro de la Kaiser Wilhelm-Gesellschaft (Sociedad del Emperador Guillermo). En aquel momento, su investigación se centraba en la velocidad de las reacciones químicas. En septiembre, dejó el instituto de investigación de fibras para convertirse en miembro científico del Kaiser Wilhelm Institut para la química-física y la electroquímica.

Por invitación de Abram Joffé hizo su primer viaje de intercambio científico a la Unión Soviética (1928). La estancia le permitió constatar las graves condiciones económicas y de investigación que sufría el país. Más adelante, realizaría otras visitas, especialmente a Leningrado y a Moscú. A estas se añadirían otros viajes por Europa y, luego, especialmente a los Estados Unidos.

Su segundo hijo, Hans Karl, más tarde llamado John, nació en 1929, año en que se convirtió en miembro vitalicio del Kaiser Wilhelm Institut. John Polanyi llegó a ser un reconocido químico y ganaría el Premio Nobel en 1986 (en su doctorado estudió un problema de pirólisis relacionado con los estudios de su padre en cinética química).

En 1930, Polanyi formó un grupo de estudio interdisciplinario de científicos y economistas, de corta duración, que se reunía en el Harnackhaus, para tratar de obtener datos económicos confiables sobre diversos países.

En 1932, recibió una oferta de trabajo en la Universidad de Manchester (Gran Bretaña), pero la rechazó convencido de que el nacionalsocialismo estaba en declive. Felizmente, tras la llegada de Hitler al poder, logró aún obtener ese puesto. En mayo de 1933 se trasladó a la Universidad de Manchester, donde fue director del departamento de investigación en química-física y amplió sus intereses a la química de las reacciones biológicas. Aunque personalmente se encontraba exento, le resultaba intolerable la remoción de los judíos de los empleos públicos y ya en 1932 había intentado convencer a sus colegas científicos de dimitir en masa en caso de que Hitler accediera al poder [Scott - Moleski 2005: 134- 135]. Su renuncia, aceptada por Planck el 15 de mayo, no se hizo efectiva hasta el 30 de septiembre. Polanyi partió en secreto, antes de la fecha prevista, para evitar contratiempos con los nazis. Su partida, junto con las de Freundlich y Haber, sumió al Instituto de Química-Física en una profunda crisis.

En Inglaterra comenzó a interesarse más por los estudios sociales y menos por la ciencia, si bien al principio no tenía intención de abandonarla. Se convirtió en miembro de la Sociedad Literaria y Filosófica de Manchester. Entabló relaciones amistosas con varios miembros de la comunidad judía local, aunque sin unirse a ella ni secundar sus esfuerzos para formar un estado judío [Scott - Moleski 2005: 152]. En 1935, durante un viaje de a Moscú, conoció a Bukharin y descubrió su rechazo al ideal de una ciencia pura buscada por sí misma.

Su primera publicación en el campo de la economía fue Economía de la URSS: datos fundamentales, sistema y espíritu (1935). En aquellos años, en colaboración con el Departamento de Economía y Estudios Sociales, procuró explicar por medio del cine el sistema económico al público general, algo que retenía fundamental para la conservación de la sociedad libre. El proyecto se prolongó por un cierto tiempo sin cosechar particular éxito.

Durante la Segunda Guerra Mundial, debido a su posición como extranjero con parientes en Europa, no pudo participar en proyectos secretos de investigación. Tampoco participó en la investigación sobre la bomba atómica, aunque es difícil saber el motivo [Scott - Moleski 2005: 208, nota 177]. En ese tiempo, comenzó a desarrollar más seriamente su pensamiento filosófico-social y a reflexionar sobre la investigación científica, combatiendo activamente la planificación centralizada de la ciencia. El desprecio de la libertad, que recopila artículos de años anteriores, es de 1940. Participó en el nacimiento de la Sociedad para la libertad en la ciencia (1942-1962). Además, comenzó a estudiar el tema de la ciencia aplicada y las patentes.

En 1944 fue elegido miembro de la Royal Society. Por lo que se refiere a sus resultados en química-física, reconocidos por la Royal Society, Polanyi trabajó en la adsorción de gas en sólidos, la estructura fibrosa de la celulosa, el método de análisis del cristal giratorio, la teoría de la plasticidad y la resistencia de cristales metálicos y en cinética química, donde desarrolló la técnica de experimentos de llama diluida; realizó el primer cálculo teórico de la energía de activación y, en colaboración con otros, extendió la base teórica del método de cálculo del estado de transición de la velocidad de reacción [Scott - Moleski 2005: 193]. Se puede añadir que, en los Estados Unidos, su teoría de la adsorción fue objeto de discusión durante un cierto tiempo, como contrapuesta a la teoría rival de Irving Langmuir (que recibió el Premio Nobel en 1932), de la que Polanyi llegó a tener conocimiento solo tras la restauración de la circulación de información y de revistas científicas tras el final de la Primera Guerra Mundial. Las dos teorías se relacionan respectivamente con las actuales fisisorción (Polanyi) y quimisorción (Langmuir).

Después de la publicación de Pleno empleo y libre comercio, fue invitado a dictar las conferencias Riddell en la Universidad de Durham (1946), más tarde publicadas bajo el título de Ciencia, libertad y sociedad (1946). Comenzó a dictar un número creciente de conferencias en diversas universidades británicas y, sobre todo, estadounidenses, y a realizar proyectos y viajes de estudio financiados por la Fundación Rockefeller. La Universidad de Princeton le otorgó un doctorado honoris causa en Ciencias (1946).

En 1947, participó en la conferencia inaugural de la Sociedad Mont Pélèrin de Friedrich von Hayek, aunque al parecer disentía con algunos de sus planteamientos [Scott - Moleski 2005: 203]. Invitado a celebrar las conferencias Gifford en la Universidad de Aberdeen (celebradas finalmente en 1951 y 1952, después de varios aplazamientos), y tras un período de licencia del Departamento de Química, se trasladó a la Facultad de Economía y Estudios Sociales, donde tomó posesión de la Cátedra de Estudios Sociales (1948), creada especialmente para él.

Entre sus ciclos de conferencias, destaca el dictado como profesor visitante en la cátedra Alexander White de la Universidad de Chicago, en la que conoció a Marjorie Grene (quien se convertiría en su colaboradora) y que se encuentran recogidas en La lógica de la libertad (1951). En 1953, comenzó a colaborar con el Congreso de Libertad Cultural, con el cual mantuvo relaciones hasta 1967 (habría renunciado como consecuencia de la expulsión del secretario ejecutivo Mike Josselson, afectado por un escándalo).

A partir de la publicación de Conocimiento personal (1958), el año en que se jubiló de Manchester, Polanyi se dedicaría a explorar las ramificaciones adicionales de sus teorías. En 1959, fue elegido investigador principal del Merton College de Oxford. Recibió el premio Lecomte du Noüy por Conocimiento personal y El estudio del hombre (Nueva York, 17 de noviembre de 1959), en reconocimiento a su contribución para la harmonía entre religión y ciencia.

Se retiró del Merton College en 1961 a causa de la edad y comenzó a viajar con más frecuencia para dar conferencias en los Estados Unidos, donde tuvo mucho más éxito que en Oxford. En 1962 dictó las conferencias Terry en la Universidad de Yale. También ese año fue nombrado profesor visitante distinguido en el Centro Thomas Jefferson de la Universidad de Virginia y fue elegido miembro honorario de la Academia Americana de Arte y Ciencias.

Con Edward Shils, Mike Josesson, Marjorie Grene, Irving Kristol y Sigmund Koch, creó el Grupo de estudio sobre la unidad del conocimiento (1964), que posteriormente organizaría diversas conferencias.

En 1965 recibió un doctorado honoris causa en la Universidad de Notre Dame en Indiana, la Universidad de Manchester le otorgó otro en1966. En noviembre de 1967 recibió uno más en la Universidad de Toronto. En el otoño de 1969 formó parte del Grupo de Estudio Colloquium de la Universidad de Boston sobre Descubrimiento Científico y recibió un doctorado honoris causa en ciencias en la Universidad de Cambridge.

En 1970, debido a su precaria condición de salud, compartió la cátedra Willet para profesores visitantes de la Universidad de Chicago con Harry Prosch; su última serie de conferencias tuvo lugar en la primavera del año siguiente en la Universidad de Texas, en Austin.

A partir de 1969, el Consortium for Higher Education Religion Studies (CHERS) de Dayton (Ohio) desarrolló un Programa de Estudios Polanyi, bajo la dirección de Frederick Kirschenmann, que ofreció diversos seminarios a lo largo del año académico. En mayo de 1972, Polanyi realizó su última intervención pública: Desde la ciencia hasta la cultura.

El CHERS fundó la Sociedad de exploradores, luego rebautizada Sociedad Polanyi, que todavía se reúne anualmente y publica la revista TAD. En Oxford, varios estudiosos, incluidos R. Hodgkin, J. Creowdson, J. Brennan y Lady D. Scott, pusieron en marcha Convivium, una organización dedicada a la promoción del pensamiento polanyiano que a partir de 1975 publicó una revista homónima. En 1994-1995 Convivium se fusionó con la Sociedad Polanyi.

Polanyi murió en Manchester el 22 de febrero de 1976. Thomas Torrance fue el curador de su legado intelectual. Además de su hijo John, dos de sus estudiantes ganaron también el Premio Nobel de química. Su otro hijo, George, que murió de cáncer un año antes que su padre, se convirtió en cambio en un conocido economista. También su hermano mayor Karl, reconocido economista y antropólogo, ganó el Premio Nobel.

3. Contexto filosófico

Puede resultar útil comenzar reseñando la explicación que Polanyi da acerca de su paso de la investigación científica a la filosofía en el prefacio a la segunda edición de Ciencia, fe y sociedad (1946). El motivo hay que buscarlo en un contexto caracterizado por una epistemología neo-positivista, que hunde sus raíces en la modernidad, y en unas circunstancias históricas (y filosóficas) riesgosas para la ciencia, que lo llevan a condenar de modo claro los totalitarismos.

El interés de Polanyi por la filosofía surge de una conversación con Bukharin en 1935 acerca de la imposibilidad de una ciencia pura, buscada por sí misma, como pretendía el régimen soviético [Polanyi 2009: 3]. Su reflexión epistemológica nace del rechazo a esta tesis y a la idea, relacionada con ella, de la necesidad de una planificación centralizada de la investigación, que en ese momento se encontraba también difundida en Inglaterra. Polanyi se opone tanto a las tesis de la epistemología marxista-leninista, como a las del nacionalsocialismo [Polanyi 1964: 80-81] y a las de cualquier tipo de totalitarismo, en cuanto estos desconocen la excelencia de la verdad. En esta línea, Polanyi recuerda con desdén el caso Lysenko, que ejemplifica el absurdo rechazo de la genética por parte de la biología soviética como consecuencia del materialismo dialéctico, y señala que el partido, convencido de poder mejorar la agricultura, causó en realidad grandes daños [Polanyi 1969 : 81].

Según Polanyi, el impulso definitivo para lanzarse a la filosofía le vino del encuentro, en 1940, con John Baker, un zoólogo de Oxford, quien compartía sus mismas preocupaciones y le propuso que colaborara en Sociedad para la libertad en la ciencia [Scott - Moleski 2005: 184], que nacería al año siguiente y continuaría funcionando hasta 1962.

Si en su primer artículo socio-político, A los pacificadores (1917), Polanyi afirmaba ya la existencia de suposiciones tácitas que guían nuestro razonamiento, el tema del conocimiento tácito, presente también en Ciencia, fe y sociedad, es estudiado con más profundidad en Conocimiento personal, se aplica a la historia en El estudio del hombre, y es revisado nuevamente en escritos posteriores. En La dimensión tácita, Polanyi distingue con precisión los aspectos fenomenológicos, instrumentales, semánticos y ontológicos del conocimiento tácito; él mismo señala que, sin dejar de ser fiel a sus tesis presentadas en Conocimiento personal, un examen más detallado de la estructura del conocimiento tácito lo llevó a disminuir la importancia dada al rol del compromiso (commitment): la estructura desde-hacia del conocimiento (ver infra) es suficiente para afirmar la imposibilidad de dar cuenta de la naturaleza y de la justificación del conocimiento a través de una serie de operaciones estrictamente explícitas [Polanyi 2009: xvii-xix]. Sin embargo, la distinción entre el ámbito de lo tácito y lo explícito [Polanyi 1974: 87-95] no aparece representada en La dimensión tácita y en otros escritos posteriores siempre en los mismo términos que en Conocimiento personal.

La epistemología, que Polanyi comienza a desarrollar en Ciencia, fe y sociedad, puede considerarse el núcleo de su investigación filosófica, aunque dada la amplitud de temas que trata, su pensamiento está en contacto con numerosas disciplinas. Profundiza en cuestiones socio-políticas (desde un primer momento defiende el pensamiento liberal) y, especialmente en los últimos años de su vida, extiende su teoría del conocimiento a la historia, la estética, el mito y la religión, para terminar desarrollando un interés cada vez mayor hacia la filosofía del lenguaje. Estas preocupaciones, siendo tan diferentes, se relacionan unas con otras, especialmente la epistemología y el liberalismo [Polanyi 1964: 7-19]. Polanyi, de hecho, abrigaba el proyecto de estudiar las diversas esferas de la experiencia humana a la luz de su noción de conocimiento personal y tácito, que desarrolla en Conocimiento personal (1958).

Si ya en El estudio del hombre (1959) presenta una breve teoría del conocimiento histórico y aborda el problema de las “dos culturas” (la cultura científica y la cultura humanista) negando su separación, será sobre todo en los años siguientes cuando sus intereses se acerquen cada vez más a la estética, al mito y a la experiencia religiosa. Debido a su precario estado de salud, para escribir Significado (1975) —el trabajo que debería haber ofrecido una nueva gran síntesis de su pensamiento— tuvo que recurrir a la colaboración de Harry Prosch. El debate acerca del verdadero autor del pensamiento expuesto en este trabajo, en particular el de los capítulos dedicados a la religión, aún no se ha apagado. Polanyi mismo, aún en vida, hizo indicaciones ambiguas al respecto. En todo caso, no quiso reflexionar con mayor profundidad acerca de las implicaciones teológicas de su pensamiento, algo que consideraba más allá de sus objetivos [Scott - Moleski 2005: 262-263].

La empresa epistemológica de Michael Polanyi se encuadra legítimamente en la llamada “nueva filosofía de la ciencia” y presenta analogías con el pensamiento de autores como Thomas Kuhn, Paul Feyerabend (en quien influyó), Norwood R. Hanson y Stephen Toulmin, con respecto a los cuales nuestro autor señaló la existencia de puntos de contacto. Compartió con ellos y anticipó importantes temas, como la crítica del neopositivismo y, en particular, del verificacionismo, la presencia de elementos prelingüísticos en la formación de las teorías científicas, el rechazo a la separación entre el contexto del descubrimiento (entendido como un momento psicológico o prerracional) y el contexto de justificación (momento racional, esencialmente entendido como lógico), la negación de la distinción entre hechos y valores, así como la crítica del falsacionismo popperiano. Su teoría del conocimiento científico, si bien se apoya parcialmente en elementos de autores anteriores, es sumamente original.

Polanyi no perteneció a la corriente filosófica continental ni a la analítica, ni se consideraba heredero del personalismo francés. Se opuso al positivismo y al neopositivismo así como al pensamiento crítico moderno. Por lo demás, su forma de argumentar es directa, utiliza un lenguaje poco especializado y deja claro que su formación profesional es científica, no filosófica. Todo esto lo presenta, sin duda, como un outsider. Muchos de sus contemporáneos, y en especial sus colegas de Oxford (donde dominaban el positivismo y la filosofía del lenguaje que Polanyi criticaba), lo relegaron al papel de filósofo no profesional. A pesar de la fecundidad de sus tesis, su impacto en la filosofía no ha sido enorme. En esto podría haber jugado un papel importante su progresivo distanciamiento de Karl Popper, con quien llegaría a sostener una amarga controversia, desarrollada sobre todo a distancia.

A continuación se presentan sus tesis más importantes.

4. Conocimiento tácito y personal

Michael Polanyi estudia en primer lugar las características y la justificación del conocimiento científico y, a partir de aquí, la totalidad de la vida del pensamiento en la sociedad humana.

El conocimiento científico es conocimiento personal y tácito. La dimensión tácita del conocimiento se puede expresar en pocas palabras de la siguiente manera: «Sabemos más de lo que podemos expresar» [Polanyi 2009: 4]. Tácito o no especificable significa lo no-formal, lo no-especificado e inexpresado, lo no-formulado [Polanyi 2014: 12]; no equivale, por tanto, a inconsciente o preconsciente [Polanyi 1969: 194; Polanyi 2009: 95-96n]. Es aquello que es verdaderamente personal en el conocimiento: es la participación personal del congnoscente en la formación del conocimiento [Polanyi 2014: 13]. Sabemos tácitamente que somos el sostén de nuestro conocimiento explícito [Polanyi 2014: 12]. Esto está estrechamente relacionado con el rechazo del criticismo moderno y la revalorización de la fe y del creer en el conocimiento. Polanyi reconduce a lo tácito muchos aspectos diferentes: tácito es el contenido del conocimiento, el acto mediante el cual se conoce y la capacidad misma de conocer, con sus aspectos de pasión y esfuerzo. El conocimiento tácito tiene una cierta estructura que necesariamente implica el ejercicio activo de las habilidades típicas de la persona humana para conocer. Está presente de manera ejemplar en la ciencia, pero se extiende a todos los sectores del conocimiento humano, incluido el cotidiano, que constituyen una unidad, y que van desde los niveles más bajos de conocimiento hasta los mayores logros de la inteligencia humana [Polanyi 2014: 13]: negarlo implicaría rechazar el conocimiento mismo.

«Todo conocimiento se reduce a uno de estos dos tipos: o bien es tácito o bien está enraizado en el conocimiento tácito» [Polanyi 1969: 195]. El conocimiento tácito es el principio dominante de todo el conocimiento [Polanyi 2014: 13]. Es la base de todo el conocimiento explícito y formal: «el coeficiente tácito personal de conocimiento predomina también en el campo del conocimiento explícito y representa, por tanto, la facultad última del hombre de adquirir y mantener conocimiento en todos sus niveles» [Polanyi 2014: 25]. El conocimiento nunca es completamente explícito ni explicitable, al menos desde un punto de vista lógico.

A estos dos tipos de conocimiento (tácito y explícito) corresponde la distinción entre “inteligencia no-crítica” o “prearticulada” e “inteligencia crítica” o “articulada” [Polanyi 1974: 69-131]. Con todo, el conocimiento explícito, articulado, y el lenguaje mismo dependen también del ejercicio de facultades tácitas.

En concreto, el descubrimiento científico no puede obtenerse aplicando pasivamente un conjunto de reglas explícitas, ya sea que se trate de formular nuevas teorías, o bien de controlarlas o demostrarlas.

Para conocer científicamente, el papel del cognoscente, en cuanto persona, es necesario y esencial, e implica tanto sus habilidades racionales como la dimensión pasional y libre de su obrar. Este conocimiento se entiende en primer lugar como una comprensión activa de las cosas conocidas, que requiere de las habilidades y potencias cognoscitivas tácitas de la persona, centro unitario que lleva a cabo la acción cognoscitiva. Se trata de un acto responsable y apasionado, que aspira a la validez universal y que puede tener consistencia solo si se refiere a una realidad aún desconocida. La contradicción entre conocimiento verdadero, objetivo, y conocimiento personal es solo aparente: es necesario modificar el concepto de conocimiento [Polanyi 1974: vii].

La investigación científica consiste en buscar soluciones a problemas. El descubrimiento, el acto mediante el cual se resuelve un problema, es comprehensión (comprehension), es decir, una percepción (insight) suscitada y sostenida conjuntamente por las pasiones intelectuales y el contacto con la realidad. El resultado es una integración, tácita, de los detalles particulares en una totalidad que se apoya en la naturaleza de la cosa.

Ante todo, hay que enfatizar que la dimensión tácita implica entender el conocimiento como comprensión (understanding): «Las operaciones puramente tácitas de la mente son procesos de comprensión» [Polanyi 2009: 21]; además, «hay una palabra que abarca todas estas operaciones. Todas y cada una de ellas consisten en una experiencia comprehensiva, es decir, en una búsqueda de sentido; la palabra que las abarca a todas es simplemente comprensión» [Polanyi 2014: 20].

Los términos comprensión (understanding) y comprehensión (comprehension) a menudo se usan casi como sinónimos. Estrictamente hablando, Polanyi llama comprehensión al acto mediante el cual se conoce, que es precisamente tácito. Este acto es, ante todo, propio del descubrimiento científico, aunque también se encuentra presente en todo tipo de conocimiento (conocimiento sensible, de palabras, de símbolos, etc.). Es un acto personal no formalizable, que no puede ser reemplazado por la ejecución pasiva de reglas explícitas. Es el ejercicio de un poder tácito, de una facultad inarticulada. Es necesario para que haya conocimiento. Por tanto, afirma Polanyi, todo conocimiento explícito no es más que un instrumento que permite desarrollar y expandir las facultades inarticuladas. Como consecuencia, la participación del cognoscente en la formación del propio conocimiento es la verdadera guía de nuestras facultades cognoscitivas [Polanyi 2014: 25-26]. Polanyi es consciente de que comprensión (understanding) es un término controvertido para el pensamiento crítico. En efecto, éste último se propone eliminar la posibilidad de un conocimiento lastrado por las implicancias metafísicas de buscar, como andando a tientas, una realidad que se esconde detrás de una pantalla de apariencias [Polanyi 2014: 20]. Por el contrario, Polanyi reconoce en los seres humanos poderes cognoscitivos mucho mayores que los admitidos en términos positivistas y afirma que comprender consiste en captar una nueva totalidad al entrar en contacto con la realidad. Las ciencias naturales no son meras descripciones económicas, simples y convencionales de la experiencia.

Una vez rechazado el ideal de una objetividad científica neutral, Polanyi intenta reconciliar la ciencia con la persona también desde un punto de vista epistemológico, corrigiendo las distorsiones del pensamiento moderno, en particular del pensamiento crítico, del racionalismo, del empirismo y del enfoque positivista y neo-positivista.

Todo lo que Polanyi afirma del conocimiento científico es aplicable, como hemos visto, a la totalidad del conocimiento humano: el conocimiento científico no es un tipo aislado, sino que existe una única forma de conocimiento, caracterizada por diferentes grados de participación personal. Por otra parte, la teoría del conocimiento polanyiana insiste particularmente en el reconocimiento de la superioridad del todo sobre la suma de sus partes y en el estudio de la relación entre las partes y el todo: aquí radica una de sus contribuciones más importantes y fructíferas.

A partir del conocimiento tácito, Polanyi aborda los problemas más variados, incluidos el problema mente-cuerpo y la paradoja del Menon de Platón, señalando las líneas que le parecen más fructíferas para resolverlos. A continuación se explica en qué consiste el acto de comprender y cuál es la estructura del conocimiento tácito.

4.1. La estructura del conocimiento tácito explicado a partir de las habilidades

Polanyi demuestra la existencia de la dimensión tácita utilizando distintos ejemplos, tomados no solo de la investigación científica sino también de la experiencia cotidiana, como por ejemplo, la capacidad de nadar, de andar en bicicleta o para reconocer un rostro. Inspirándose en la experiencia de un científico conocido suyo, cuyo nombre permanece en el anonimato, que en su juventud había dado clases de natación, subraya que la mayoría de los que aprenden a nadar no conocen el principio fundamental de la flotación, que sin embargo aplican de modo práctico: es necesario retener en los pulmones más aire de lo normal [Polanyi 1974: 49]. Un argumento similar se aplica al ciclismo, que involucra la aplicación de una regla matemática [Polanyi 1974: 49-50]. Por lo tanto, es posible tener conocimiento de una habilidad, aunque se no se sepa cómo describir sus pasos, ya se trate de reglas generales, como en el caso de los procedimientos artesanales, o de pequeños actos musculares y sensaciones corporales internas. El ejercicio correcto de una habilidad se logra observando un conjunto de reglas desconocidas en cuanto tales para la persona que las sigue [Polanyi 1974: 49].

Algo semejante ocurre en el caso del reconocimiento de un rostro, que a menudo se identifica correctamente sin que se sepa bien cómo describir sus características particulares [Polanyi 2009: 4-5].

Al aprender una habilidad, los movimientos elementales y las reglas que la componen se adquieren en cuanto partes del todo. Por el contrario, el fin al que las partes se ordenan se considera y se conoce en sí mismo. Lo mismo se aplica a las características de un rostro, conocidas solo en cuanto partes del rostro. Son conocidas tácitamente.

En el conocimiento, por lo tanto, hay siempre dos términos, que corresponden a dos tipos diferentes de atención y conciencia [Polanyi 2009: 9]: uno subsidiario y uno focal. Lo que se conoce explícitamente en un determinado acto cognitivo se considera con conciencia focal. Ésta consiste en un todo comprensivo del cual los subsidiarios constituyen las partes conocidas tácitamente. A estas últimas no se presta atención directa y explícitamente, sino tan solo en relación con el todo y en cuanto partes suyas y, por lo tanto, se tiene una conciencia subsidiaria de las mismas. Así, Polanyi llama al objeto de la conciencia subsidiaria el “término proximal”, y al objeto de la focal, el “término distal” [Polanyi 2009: 10].

Esto significa que, sea cual sea el tipo de conocimiento, el objeto conocido forma un todo completo con sus partes, que se consideran solo en función de éste. Esta es la estructura desde-hacia del conocimiento tácito.

Las reglas tácitas que rigen las habilidades se pueden descubrir y formular explícitamente. Se trata de una mejora indudable de nuestro conocimiento, que, sin embargo, no se identifica con nuestra capacidad para poner en práctica una habilidad [Polanyi 1969: 125]. A su vez, la atención excesiva a las reglas y a los detalles subsidiarios puede tener efectos deletéreos, pues es posible olvidar que cada una de las partes tiene sentido en referencia al todo [Polanyi 1974: 50]. Por eso, «la creencia de que, dado que los detalles particulares son más tangibles, su conocimiento ofrece una concepción verdadera de las cosas, es fundamentalmente errónea» [Polanyi 1974: 50].

Polanyi distingue, por lo tanto, dos tipos de indeterminación o “no-especificación” de los subsidiarios. En el primer tipo, la no-especificación nace del hecho que se conoce un entero sin conocer de modo distinto y específico sus partes, o sea los elementos subsidiarios, o por lo menos sin conocerlos todos de modo claro y preciso: es consecuencia de la dificultad para encontrarlos. Por ejemplo, puedo andar en bicicleta sin saber exactamente cómo lo hago, y obviamente sin conocer las leyes de la física que debo respetar para poder mantener el equilibrio en movimiento, etc. En este caso, estudiando e investigando puedo en principio descubrir esas particularidades. El segundo tipo de no-especificación es el que se genera cuando pierdo de vista del entero por concentrar mi atención en una de las partes (“los árboles no me dejan ver el bosque”). Se trata de la pérdida de sentido que las partes, en cuanto subsidiarias, sufren al ser consideradas de manera focal, aisladamente, es decir, como si fueran en sí mismas totalidades. Es decir, no es posible concentrarse en el mismo acto cognoscitivo en el todo y en cada una de las partes que lo componen como si cada una de ellas fuera a su vez un todo. Este segundo tipo de no-especificación en principio es absoluto y lógicamente necesario [Polanyi 1974: 56-47 y 62-63]. Por otra parte, debido a la dificultad para reconstruirlos mediante el estudio y el análisis, algunos particulares pertenecientes al primer tipo resultan imposibles de especificar, como es el caso de los “indicios subliminales” (por ejemplo, los movimientos musculares internos) [Polanyi 1969: 139-145 y 162 ].

4.1.1. Las premisas tácitas de la investigación científica

El investigador conoce los aspectos tácitos debido a que éstos concurren con el objeto conocido, aunque no tenga una conciencia explícita de su existencia ni los conozca de manera formal.

Hay que evitar reducir éstos aspectos solamente a rasgos sensibles o reglas intelectuales. Los aspectos tácitos comprenden también las premisas científicas en las que se basa la concepción de la naturaleza de las cosas y que están en el origen una verdadera y propia visión del mundo.

Esta visión de las cosas y del mundo (que para la ciencia actual es empírica; esto es no mágica ni mítica, etc.) es algo que se halla más allá de la ciencia. Se trata de un conjunto de ideas filosóficas e, incluso, religiosas, que son decisivas para la investigación [Polanyi 1964: 10-11]. Entre los diversos aspectos incluidos entre las premisas científicas, son especialmente importantes aquellos que guardan relación con la concepción de la ciencia, la concepción naturalista del mundo, la orientación hacia la verdad, los estándares de evaluación de las teorías científicas (o el «valor científico»). Es necesario que el científico considere tácitamente que se acerca a un objeto real, ordenado y coherente, todavía por descubrir, como consecuencia de lo cual, se enfrenta a una serie indeterminada de implicancias aún desconocidas y sorprendentes. Es decir, la investigación tiende a la verdad y la busca por sí misma [Polanyi 1998: 68, 80-82]. Forman también parte de las premisas que se conocen tácitamente, la forma de gobernar y responder a las pasiones científicas y a los estándares de satisfacción intelectual, de los que se hablará más adelante. El investigador hace un uso constante de estas premisas científicas (que no son mágicas, míticas, etc.), para orientarse en el proceso de investigación. Participan tácitamente en la forma en que se piensan y reconocen las cosas; en las explicaciones que se consideran admisibles y en las que no; en la aceptación o rechazo de una teoría o de una nueva contribución científica; incluso en el reconocimiento de un determinado objeto en cuanto tal.

Las premisas, sin embargo, varían continuamente en función de la visión del mundo, porque los nuevos descubrimientos afectan implícitamente a las premisas mismas. Además, las premisas son subsidiarios en los que nos encontramos involucrados: son una especie de instrumentos intelectuales [Polanyi 1974: 59].

Para desarrollarse, toda nuestra vida intelectual debe basarse en un «marco conceptual» (conceptual framework) formado precisamente por las premisas de nuestro conocimiento.

4.1.2. La comprensión

Por lo tanto, el acto cognoscitivo, es decir, la comprensión, «consiste en el acto de fusionar la percepción que tenemos de un conjunto de detalles particulares en la percepción focal de su importancia conjunta» [Polanyi 2014: 44]. Se trata de una síntesis, de un pasaje desde-hacia que consiste en una relación entre dos términos: los detalles particulares se “sumergen” en lo focal y cobran sentido en función de éste. Así, cambia por completo la forma en que tomamos conciencia de lo particular, que considera ahora en su relación con el todo [Polanyi 2014: 30].

«La estructura del conocimiento tácito se manifiesta más claramente en el acto de comprender. Es un proceso de comprensión: captar las partes desarticuladas como un todo comprehensivo» [Polanyi 2014: 28]. Este captar es precisamente la integración de los detalles particulares en lo focal.

Se trata del paso final de un proceso de resolución de problemas, como ocurre en el caso del descubrimiento científico. Inicialmente, solo se captan algunos detalles particulares, pero sin conocerlos en cuanto tales. Cuando uno se da cuenta de la existencia de un problema, se comprende que estos particulares son indicios que apuntan hacia un todo aún desconocido. Este se percibe como cognoscible, si bien resta aún discernir algunas de sus particularidades. Cada vez que se conoce algo nuevo, de hecho, se conoce focálmente un nuevo todo. No se puede entender un todo sin ver sus partes, pero se pueden ver las partes sin entender el todo; por eso, es posible pasar del conocimiento de las partes al conocimiento del todo. Es un poder tácito que da cuenta del paso de un conjunto de detalles desarticulados a un todo y de lo subsidiario a lo focal: la comprensión en la que culmina este proceso de investigación no es formalizable y consiste en comprender las partes no ya como desarticuladas, sino en relación a un todo integral, focálmente considerado. Este punto se aclara en la crítica a la mente universal de Laplace (véase n. 6).

4.1.3. El morar o habitar (indwelling)

Para Polanyi, nuestras sensaciones corporales significan el mundo exterior “sumergiéndose” en el cuerpo: conocemos nuestro propio cuerpo y sus sensaciones en función de lo exterior, por lo cual es posible decir que moramos (indwelling) en él. Ocurre lo mismo con los instrumentos que utilizamos activamente para conocer una cosa (por ejemplo una sonda), a los que se presta atención solo de manera subsidiaria, al punto que se convierten en una extensión de nuestro cuerpo [Polanyi 1974: 55-59]. El cuerpo, sin embargo, no es un simple instrumento más entre otros, ya que conocemos por medio de él; la conciencia de nuestro cuerpo en función de las cosas que conocemos y hacemos es parte de nuestra existencia personal [Polanyi 2014: 31]. Los subsidiarios operan de la misma manera que usamos nuestros cuerpos, y, en este sentido, cada nuevo pensamiento implica un compromiso existencial.

Los subsidiarios se asimilan a nuestro cuerpo y se encuentran también inmersos en el objeto; por lo tanto, uno “mora” en el propio objeto de estudio. El indwelling se debe a una declarada uniformidad entre el uso subsidiario de los sentidos internos, junto con la incorporación de los instrumentos, y de los restantes indicios o elementos conocidos de manera subsidiaria; en su obra Conocimiento personal el indwelling es un acto personal que permite el conocimiento del todo solo mientras la persona realiza activamente el acto de comprensión.

4.1.4. El compromiso

Es preciso referirnos ahora a un aspecto ulterior del conocimiento tácito, que dista de ser secundario: su dimensión pasional y libre, que culmina en el compromiso (commitment) del investigador.

La integración de los particulares en lo focal, de hecho, está respaldada precisamente por este compromiso, que es el acto por el cual hacemos que algo se convierta en una extensión de nosotros mismos. El compromiso conecta así cada enunciado afirmado con quien lo afirma, gracias a una elección que orienta al sujeto hacia una realidad aún desconocida; el objetivo universal al que tiende el compromiso es el polo impersonal al cual se orienta. Es decir, el compromiso, que es siempre de la persona individual, se entiende como una respuesta a una obligación y un servicio a unos valores trascendentes, que están más allá del tiempo: la realidad y la verdad. Al mismo tiempo, es el resultado de una elección libre sostenida por la pasión intelectual. El científico se compromete a encontrar la verdad aún oculta sobre la realidad y está a su servicio.

Por esta razón, sus decisiones —libres— no pueden ser arbitrarias. De hecho, la investigación científica va adelante gracias a actos (tácitos) de juicio personal mediante los que se toma una decisión real, como hace un juez, y que no puede ser reemplazada por las operaciones del razonamiento explícito. Aquí el papel del compromiso es fundamental [Polanyi 2009: 87]. Tales actos son decisivos tanto en el descubrimiento como en el mantenimiento (holding) del conocimiento científico [Polanyi 1969: 105]. Existen reglas de investigación que favorecen el descubrimiento, pero éstas no admiten una exhaustiva protocolización y requieren del ejercicio del juicio del científico.

Aunque en su pensamiento más tardío dará menos importancia al papel del compromiso, Polanyi continuará afirmando que no es posible evadir la responsabilidad de dar forma a las creencias que aceptamos como verdaderas, rechazando al mismo tiempo la afirmación existencialista de que se pueden elegir las propias creencias a partir de cero [Polanyi 2009: xix].

El compromiso también es tácito: «No se puede expresar de manera formal el acto de comprometerse, ya que es imposible describir en qué consiste el compromiso sin estar a su vez comprometido en hacerlo. Intentarlo es ejercer el tipo de lucidez que destruye el propio objeto de estudio» [Polanyi 2009: 25].

Finalmente, se sabe tácitamente que afirmamos personalmente que algo es verdadero. La verdad solo puede ser pensada si se cree en ella.

4.1.5. Las pasiones intelectuales y la belleza

Las pasiones intelectuales son necesarias para conocer y también para la investigación científica [Polanyi 1974: 132-202]. «La participación personal del congnoscente en el conocimiento, que cree él mismo poseer, tiene lugar al interno de un flujo de pasión» [Polanyi 1974: 300]. Vinculadas a la razón, la verdad y la investigación, la dimensión estética juega en ellas un papel determinante. Son ellas las que guían el compromiso.

En términos generales, las pasiones se identifican con el deseo de conocer la verdad, un anhelo que abarca toda la vida mental del hombre y que, para Polanyi, está orientado hacia la belleza intelectual (también, y sobre todo, en la ciencia); Polanyi llama amor por la verdad al deseo de conocerla. Más en concreto, las pasiones intelectuales son un apetito con un contenido afirmativo que, por lo tanto, requiere ser satisfecho; es decir, son activas, orientadas a actuar en busca de su satisfacción. Vinculadas a la ciencia misma o, en cualquier caso, a la búsqueda de conocimiento, se manifiestan también como una incomodidad cuando no se encuentra una solución o se percibe que algo está mal. Están orientadas a la realidad: la belleza intelectual es un signo de la verdad oculta [Polanyi 1974: 189]. Por otra parte, encuentran en el mismo sujeto los estándares de su propia satisfacción. Estos estándares de satisfacción intelectual forman, a su vez, parte de las premisas científicas [Polanyi 1974: 161]. Sin embargo, satisfacerlas por medio del descubrimiento no agota su objeto, sino más bien comporta su expansión y una mayor accesibilidad y disponibilidad a las demás personas.

A pesar del riesgo de errores que implican, las pasiones son decisivas en la actividad de investigación científica y necesarias para realizar descubrimientos. Cumplen además otras funciones: selectiva, heurística y persuasiva.

También están relacionadas con el valor científico (scientific value), es decir, con los criterios para evaluar, por ejemplo, el interés de una teoría o hipótesis, o de una contribución científica. Estos criterios son la certeza (precisión); la relevancia sistemática (profundidad); el interés intrínseco [Polanyi 1974: 134-142]. Cabe recodar que Polanyi rechaza la separación entre hecho y valor.

La evaluación de una teoría es siempre apasionada, y se basa también en una belleza que entusiasma y una profundidad que fascina: la armonía intelectual revela la presencia de una verdad objetiva más profundamente que cualquier experiencia sensible. De hecho, para Polanyi el método empírico de investigación está abierto a diversas interpretaciones, al punto que no puede ser utilizado fácilmente para resolver controversias científicas ni siquiera por parte de los expertos [Polanyi 1974: 279-280].

4.1.6. El significado y el lenguaje

Finalmente, Polanyi precisa que la estructura del conocimiento tácito se forma cuando se crea significado [Polanyi 1969: 181]: cuando algo se ve como subsidiario de un todo, contribuye a sostenerlo y lo hace mediante su significado en el todo [Polanyi 1974: 58]. Polanyi distingue entre el significado denotativo o representativo (el de una cosa que funciona en un contexto) y el significado existencial (el que un contexto posee en sí) [ibídem]. Polanyi profundizó en sus últimos años en su teoría del significado, que difiere de las teorías contemporáneas de tipo lingüístico y formalista. En su ensayo Significado, propone comenzar analizando la destrucción del significado llevada a cabo por la modernidad con el objeto de recuperarlo en cuanto expresión del conocimiento personal.

Siempre es la persona la que da significado, la que significa algo por medio de símbolos o expresiones lingüísticas escritas o habladas [Polanyi 2014: 22].

Polanyi extiende el conocimiento tácito al lenguaje: la forma en que atribuimos significado a las palabras viene determinada también por la estructura del conocimiento tácito, que consiste precisamente en crear significado. En concreto, atribuir significado a nuestras expresiones es un dar-sentido, mientras que atribuirlo a las de otros es un acto de encontrar-sentido [Polanyi 1969: 181]. Las proposiciones o los vocablos pronunciados o escritos nunca pueden significar algo en sí mismos: es siempre la persona que los afirma, escucha o lee, quien puede significar algo por medio de ellos [Polanyi 2014: 22]. De esta manera Polanyi amplía el uso del término comprehensión para referirse no solo al descubrimiento, sino también al conocimiento de lo que entendemos, lo que queremos significar o lo que hacemos. Reflexionando sobre los enunciados afirmativos, señala que incluso en ellos el coeficiente tácito es decisivo: todas las palabras, gráficos, fórmulas, etc. si se consideran solo en su dimensión estrictamente explícita (es decir, como sonidos, signos, etc., sin asumir el papel de partes subsidiarias) carecerían de sentido [Polanyi 1969: 195].

***

Recapitulemos brevemente la estructura del conocimiento tácito. Se trata de una estructura desde-hacia: todo el pensamiento contiene componentes de los cuales somos conscientes sólo subsidiariamente, ya que se encuentran como fundidos en el contenido focal de nuestro pensar. Por tanto, todo el pensamiento “habita” en sus subsidiarios, como la persona en las partes de su cuerpo[Polanyi 2009: xviii]. El pensamiento es necesariamente intencional (hacia), pero incluye sus raíces (desde). La relación subsidiario-focal crea un significado que corresponde al todo. El acto de la persona que lleva a cabo la integración es lo que incorpora a los subsidiarios en el todo. Esta estructura tácita tiene varios aspectos: funcional, fenomenico y semántico, que conducen, como ahora veremos, al ontológico [Polanyi 1969: 135; Polanyi 2009: 10-13].

4.2. El universo estratificado

La relación subsidiario/focal, partes/todo lleva a Polanyi a la idea de “estratos de realidad”, es decir, de un universo estratificado sobre la base de dos principios no dualísticos que recuerdan a la pareja materia/forma aristotélica. Las partes y el todo son dos principios o niveles necesarios para dar cuenta de la entidad individual: un “campo organizacional” y el “principio estructural” que contiene las “condiciones de contorno” del primero [Polanyi 1969: 225-239]. Polanyi habla de “dualismo” [ibídem: 154-155], pero con esta expresión pretende simplemente decir que se trata de dos principios complementarios e inseparables [Polanyi - Prosch 1977: 168-169].

Se trata también del punto clave de su crítica al ideal cognoscitivo de la mente universal de Laplace (véase n. 6). De hecho, la forma en que se conoce una máquina, a lo que nos referiremos más adelante, constituye el ejemplo perfecto para aclarar este tema.

En Polanyi existe, por lo tanto, una estrecha correlación entre saber y ser. Polanyi afirma la “correspondencia entre la estructura de la comprehensión y la estructura de la entidad comprehensiva, que es su objeto” [Polanyi 2009: 33-34]. Al menos en su obra Conocimiento personal, entiende la “no-especificación” de las particularidades propia de los niveles superiores en términos gnoseológicos o conceptuales [Polanyi 1974: 393-394], aunque en otros lugares esta interpretación parece forzada [Polanyi 1969: 225-239]. Frente a los escritos de Polanyi nos podríamos preguntar: ¿las diversas entidades y los distintos niveles (físico, químico, biológico, etc.) que descubrimos al conocer la realidad son reales o sólo conceptuales? ¿Las partes o particularidades no especificados existen sólo en nuestro conocimiento o existen de algún modo en una realidad extramental? Algunas afirmaciones penden hacia un lado, otras hacia el otro. Y así, Polanyi parece oscilar entre una concepción ontológica realista y una “kantiana” o lógico-conceptual.

El universo, por tanto, se presenta como jerárquico, organizado en niveles ascendentes, el más alto de los cuales corresponde al ser humano, el único ser que tiene la capacidad de conocer.

De esta manera, Polanyi propone un gigantesco cuadro del universo, en el que toma en consideración la evolución de los seres vivos y de los seres humanos a partir de formas inanimadas, para individuar en el hombre la plenitud de las capacidades personales, identificadas sobre todo desde el punto de vista cognoscitivo y de la capacidad para resolver problemas. De hecho: «La capacidad del hombre para pensar es su atributo más destacado» [Polanyi 2014: 11]. De ahí nace la tarea y la vocación de las personas humanas a buscar la verdad, es decir, su obligación en relación con la realidad. Aquí Polanyi adopta el concepto teilhardiano de noosfera: el universo tiene su culmen en el ser humano, de que es su cima [Polanyi 1974: 404-405], en un proceso que conlleva un progresivo emerger del significado. La visión polanyiana de un universo en evolución culmina en el paso de la materia a la mente, pero este universo parece concebido de manera holística. A modo de inciso, Polanyi propone una crítica de la evolución por selección natural, subrayando que ésta no explica por qué deben surgir nuevas características adaptadas al medio ambiente [Polanyi 1974: 401-402].

5. La noción de persona

Es necesario no confundir la noción polanyiana de persona con la desarrollada en la filosofía occidental a partir de la contribución cristiana: para Polanyi la persona es principalmente un centro activo de operaciones no especificables [Polanyi 1974: 312]. La racionalidad, la libertad y las pasiones son sus aspectos constitutivos, sin embargo, vale la pena recalcar que falta en nuestro autor un tratamiento orgánico y profundo de esta noción, la cual no es fácil de encuadrar en una corriente filosófica específica.

Un rasgo característico del pensamiento polanyiano es que, a pesar de resaltar la excelencia del hombre, encuentra también en los animales los primeros grados de “personalización” (personhood) [Polanyi 1974: 318, 320, 373, 397]. Las características mencionadas, aunque están presentes de manera excelente solo en el ser humano, se encuentran sustancialmente en continuidad con las de los animales. Polanyi admite la superioridad intelectual del hombre sobre los animales y la vincula principalmente al uso de símbolos y del lenguaje, el cual se funda en un proceso tácito; sin embargo, sostiene que los poderes tácitos que hacen posible el conocimiento se hallan también en los animales, exceptuando evidentemente el uso y utilización de símbolos [Polanyi 2014: 25]. Esto aparte, podría incluso haber una superioridad relativa por parte del animal. En otras palabras, el hombre y el animal comparten la inteligencia prelingüística [Polanyi 2014: 13]. Polanyi hace propia la tesis según la cual la inteligencia del bebé de unos meses, antes de hablar, no es mucho mayor que la de un chimpancé de la misma edad; e incluso el adulto, si tiene que trabajar sin emplear el lenguaje, no obtiene resultados que demuestren una inteligencia claramente superior [Polanyi 2014: 14].

Las tensiones relacionadas con su noción de persona aparecen también en virtud del amplio espacio que Polanyi concede al conocimiento animal como término de comparación del conocimiento humano. En efecto, en más de un pasaje el conocimiento animal parece distinguirse del humano más por una diferencia cuantitativa que por un salto cualitativo. Sin embargo, el hecho de reconocer en el hombre las capacidades cognitivas que implica el conocimiento tácito deberían haberlo obligado a revisar esta posición, para evitar caer en una contradicción. Esta peculiar tesis parece estar también vinculada a su imagen evolutiva del universo y, tal vez, a su cercanía a las ciencias naturales y la psicología.

Para completar lo dicho, puede subrayarse que Polanyi distingue en algunos pasajes dos (tal vez más) “personas” en el individuo humano: la “apetitiva” y la “inteligente”, indicando con estas expresiones dos niveles de interacción y conflicto [Polanyi 1974: 318 y ss.]; sin embargo, habitualmente con este término se refiere al individuo humano individual, en cuya unidad insiste con frecuencia.

6. La crítica de la mente universal de Laplace

La crítica al ideal cognoscitivo de la mente universal de Laplace es considerada por Polanyi un tema suficientemente importante como para ser incluido y profundizado en la presentación que hace de las tesis que había expuesto en Conocimiento personal en los dos primeros capítulos de su obra El estudio del hombre [Polanyi 2014: 48-56 y ss.].

El ideal laplaciano consiste en la posibilidad, para una mente suficientemente poderosa, de conocer completamente la realidad, tanto presente como futura, de un modo objetivo, a partir de sus elementos básicos (átomos, fuerzas y movimientos recíprocos)[2].

Para Polanyi, se trata de un caso ejemplar de la teoría que pretende conocer la realidad mediante la aplicación, correcta e impersonal, de una serie de reglas formales explícitas, eliminando toda posibilidad de ejercicio del juicio por parte del cognoscente, dejando de lado la dimensión tácita y la diferencia que existe entre los niveles superiores e inferiores, es decir, entre el todo y su partes.

Es un ideal equivocado, puesto que, en el caso de ser posible, no proporcionaría más que el conocimiento de un conjunto de datos básicos que no dicen nada acerca de lo que realmente interesa conocer [Polanyi 1974: 140]. El nivel físico de la realidad no es suficiente siquiera para conocer el químico, menos aún para el biológico y el fisiológico y el de la persona.

Polanyi refuta la posibilidad de conocer un objeto únicamente por medio de sus componentes de formalidad inferior; esto es cierto incluso si la realidad física se describe en términos cuánticos y no mecanicistas [Polanyi 1974: 140n]. El conocimiento se dirige principalmente no a los componentes materiales más simples sino al conjunto, como sucede en la comprensión. El empirismo resulta, así, refutado.

Uno de los ejemplos preferidos con que Polanyi explica lo que quiere decir es el del conocimiento de una máquina [Polanyi 1974: 328-332; Polanyi 1969: 138-158, 159-180, 211-224, 225-239; Polanyi 2014: 47-52]. En resumen: una máquina se caracteriza por los materiales que la componen, la forma de sus partes y su combinación recíproca, cuya actuación unitaria realiza ciertos movimientos que alcanzan un determinado propósito. Ahora bien, una máquina responde a las leyes químicas y físicas, que son las mismas para todos los sólidos. Si esto es así, ¿dónde reside lo que distingue a una determinada máquina en cuanto tal y, sobre todo, lo que permite que sea identificada como una máquina y no como un sólido cualquiera? Ahora bien, entre los procesos químico-físicos no se incluyen las operaciones realizadas por una determinada máquina. Es la construcción de la máquina la que impone a las leyes físicas y químicas unas condiciones límite que no están incluidas en ellas, incluso si para funcionar se funda en ellas: los principios de ingeniería mecánica y de comunicación de la información, que pertenecen precisamente al proyecto, o mejor, a la forma de la maquina. A nivel físico y químico, no hay partes mecánicas ni es posible averiguar el funcionamiento de las mismas. Esto también se aplica a las partes macroscópicas. Por lo tanto, si el conocimiento permanece en el primer nivel, no se puede obtener una comprensión de la máquina en cuanto máquina. En cambio, la máquina debe considerarse como una “entidad comprehensiva” (comprehensive entity), un todo. Los niveles inferiores son las particularidades [Polanyi 2009: 38] y constituyen un nivel inferior de orden, subsidiario del primero, que es superior. Este último proporciona significado, estructura y organización a lo particular, del cual es el todo. Los principios que rigen una entidad comprehensiva dependen para sus operaciones de las leyes que gobiernan en sí mismas las partes de la entidad; las leyes que rigen las partes no pueden dar cuenta de los principios organizativos de la entidad superior que esas mismas partes forman [Polanyi 2009: 34].

La suma de las partes, consideradas en sí mismas, no puede dar cuenta de la entidad que, sin embargo, depende de ellas; por lo tanto, si no se comprende el nivel del todo, éste no puede ser reconstruido a partir de sus componentes dispersos. En todo caso, es necesario comprender la forma del todo en la parte y en cuanto éste estructura la parte, es decir, considerar la manera como la parte manifiesta el todo. Tales objetos (por ejemplo las máquinas de las que estamos hablando) son totalidades y deben ser considerados como tales. Esto es lo que sucede en el acto de comprensión.

Para Polanyi, por tanto, el ideal de Laplace es una expresión típica del pensamiento moderno, que por adherirse a un ideal muy estrecho de objetividad, excluye del conocimiento al sujeto personal (es decir, niega las capacidades que caracterizan a la persona, y que son realmente necesarias para conocer, limitándose a la aplicación pasiva de reglas y a la recepción de datos empíricos mínimos) y al hacerlo, llega a destruir el conocimiento mismo y, por lo tanto, se destruye a sí mismo.

Ahora bien, la asunción de ese ideal no impide el ejercicio de la ciencia, dado que, en la práctica, éste no se aplica realmente: el científico lo integra tácitamente con otros elementos propios de la investigación cientíica que conoce y emplea habilmente de manera subsidiaria [Polanyi 1964: 76].

7. La investigación científica como arte; la tradición científica y la república de los científicos

A la luz de lo dicho hasta ahora sobre el conocimiento tácito puede entenderse la tesis polanyiana de la ciencia como un arte: la ciencia funciona gracias a la habilidad (en primer lugar cognoscitiva: los poderes tácitos) del científico y es a través del ejercicio de esa habilidad que éste modela su conocimiento científico [Polanyi 1974: 49]. El conocimiento mismo es un arte que permanece en gran medida tácito. De esta manera se resume y se expande lo que se dijo en la descripción del conocimiento tácito.

El conocimiento científico encuentra su máxima expresión en el descubrimiento, en el que tiene lugar el acto cognoscitivo, es decir, la comprensión. Como ya se mencionó, la investigación científica se entiende como identificación y solución de un buen problema. En todo esto, la dimensión tácita es predominante, y como tal se aplica.

Las reglas de investigación son reglas de arte: no son enteramente explicitables ni protocolizables y requieren el ejercicio del juicio por parte del científico. Como hemos señalado antes, el científico actúa como un juez, respondiendo ante su conciencia científica; debe aprender a seguir adecuadamente sus pasiones intelectuales y ser capaz de juzgar el valor científico de su objeto de estudio.

Además, hay una serie de elementos o aspectos tácitos, conocidos sólo de manera subsidiaria. Los hechos de la biología y la medicina solamente pueden ser reconocidos por expertos que tengan la capacidad de examinar los objetos en cuestión y dotes de conocedor (connoisseurship) [Polanyi 1974: 54-55] para identificarlos, es decir, que hayan desarrollado la capacidad de dominar y evaluar los aspectos tácitos que los propios científicos no conocen explícitamente. Además, la ciencia contiene premisas implícitas, no expresadas, necesarias para conocer [Polanyi 1974: 160-171].

Por esta razón, al permanecer la mayoría de estos aspectos sin explicitar por los propios científicos (y no solo lógicamente no explicitables en un determinado acto de comprensión), la investigación científica solo puede ser llevada a cabo por una persona que ejerce su capacidad de conocer esforzándose por seguir el ejemplo de un maestro. Es en la práctica de la investigación donde todos estos aspectos llegan a ser dominados por el científico experto, que, por lo tanto, debe ser imitado. Las habilidades —algunos de cuyos aspectos fundamentales, por lo general, solo se conocen tácitamente— solamente pueden transmitirse a través de una relación personal y directa entre el maestro y el alumno. Lo que se conoce tácitamente solo se puede transmitir mediante el ejemplo, y a condición de que el estudiante coopere con un esfuerzo inteligente por comprender, ejercitando sus propias capacidades cognoscitivas.

Es por eso que la ciencia se transmite por tradición y necesita de la tradición para continuar su búsqueda de la verdad acerca del mundo natural. He aquí la reflexión polanyiana sobre la tradición científica [Polanyi 1974: 53-54, 170, 181-182, 192-193; Polanyi 1998: 31-33, 37, 46-48, 67-82; Polanyi 1964: 42-96]. El corazón de esta tradición, que consiste en la visión científica del mundo y las premisas de la ciencia, consiste precisamente en retener que la investigación está orientada a la verdad, al contacto con la realidad, y en el hecho de que dicha investigación tiene valor en sí misma y, por lo tanto, que debe llevarse a cabo por sí misma. En ella es necesaria un cierto grado de autoridad, la de los docentes con respecto a los estudiantes y la de los científicos maduros y mejor establecidos, así como la de las instituciones científicas y las revistas, que realizan una selección de las nuevas contribuciones (lo cual es indispensable para evitar acabar sumergido en la banalidad y en diversos absurdos, aunque a veces pueda conducir a errores e injusticias). Al mismo tiempo, es una tradición que, precisamente porque está orientada a la verdad aún desconocida, apoya y fomenta la originalidad y el cuestionamiento de las tesis dominantes: está orientada estructuralmente a la verdad sobre la naturaleza, a la realidad que no está bajo su poder; por lo tanto, la tradición y la autoridad sostienen la originalidad y la innovación.

Polanyi entiende esta tradición en un marco liberal. La comunidad de científicos, de hecho, aunque tradicional, es una “república de científicos”. Todo científico, precisamente porque es un experto, tras haber adquirido un conocimiento tácito de la investigación en general y, sobre todo, de su campo y de su objeto, es el más calificado para elegir dónde y cómo dirigir sus esfuerzos de investigación. Cualquier intento de control centralizado sería contrario a la naturaleza de la ciencia y contraproducente. Además, el científico debe ejercer libremente su criterio y comprometerse en la investigación. El proceso de descubrimiento está guiado por una visión personal y respaldado por una convicción personal. El científico solo puede investigar si es libre. Además, incluso si la autoridad no se distribuye por igual entre todos los miembros de la comunidad, estos verifican mutuamente la validez de las contribuciones; son también los científicos de sectores contiguos quienes pueden controlarse mutuamente para evitar salirse de los límites de la ciencia. Se trata de comprometerse en una empresa común mediante ajustes mutuos en la que cada uno toma la iniciativa de forma libre.

Para Polanyi, la investigación científica es el caso ejemplar de la sociedad libre, que es una “sociedad de exploradores”, y la requiere. Para que la ciencia pueda sobrevivir y expandirse, se necesita una sociedad libre que reconozca su importancia, haga suyos los valores científicos y considere la búsqueda de la verdad como un objetivo propio. Por ejemplo, las pasiones intelectuales pueden verse favorecidas y satisfechas solo constituyendo sistemas articulados, apoyados por una sociedad que respete sus valores y eduque en ellos.

8. La sociedad libre

Polanyi es un pensador liberal, aunque “moderado”. Se trata de un aspecto de su pensamiento estrechamente ligado al epistemológico, al punto que su interés en la dimensión política y social aparece también en Conocimiento personal: el hombre, para ser un explorador que busca la verdad, necesita de la convivencia.

Aunque asistió al congreso fundacional de la Sociedad Mont-Pelerin (1947) querida por Friedrich A. Von Hayek, es liberal pero no en la versión del laissez-faire: reconoce la necesidad de un cierto control estatal o gubernamental y espera una reforma del libre mercado. En efecto, desde el punto de vista estrictamente económico —expresado en su obra Pleno empleo y libre comercio (1944)— Polanyi es keynesiano. Leyó La teoría general del empleo, los intereses y el dinero de Keynes y se encontró muy en sintonía con él, en particular con la necesidad de inversiones estatales y de una mayor circulación de dinero para facilitar el desarrollo económico.

De hecho, rechaza la concepción individualista de la libertad [Polanyi 1998: xviii] y está a favor de una sociedad “libre” caracterizada por la comunión en ciertos ideales. Apoyó la revolución húngara de 1956 precisamente porque estaba orientada hacia la verdad [Polanyi 1974: 244]. En otras palabras, la “sociedad libre” (free society) defendida por Polanyi, la sociedad de exploradores, es una sociedad comprometida, es decir, orientada a cultivar ciertas creencias, en primer lugar la libertad y la verdad, en el marco de una tradición. En efecto, para Polanyi, «un respeto general por la verdad es todo lo que se necesita para que la sociedad sea libre»” [Polanyi 1964: 19]. Se opone explícitamente a la sociedad “abierta”: se trata de uno de los puntos que lo sitúa a una mayor distancia de Popper.

Polanyi considera la capacidad, verdadera vocación, de perseguir el conocimiento de la verdad y de afirmarla responsablemente dentro de las propias posibilidades como un llamamiento (calling) compartido por todos los seres humanos, un verdadero servicio con respecto a la realidad, al cual estamos obligados [Polanyi 1974: 402-405]. Toda la humanidad está comprometida en un camino con destino desconocido, hacia el encuentro con una realidad de la que poseemos algunas pistas pero cuya plenitud aún se nos escapa. Precisamente en eso consiste la sociedad de exploradores, comprometida en la búsqueda de ideales trascendentes que tienen un alcance eterno.

El orden social e intelectual es espontáneo, el resultado del ajuste mutuo de las acciones individuales, pero debe estar siempre orientado hacia el fin propio de la realidad en cuestión [Polanyi 1969: 84-85]. La comunidad de los científicos sirve como ejemplo paradigmático, aunque muy simplificado, de sociedad libre [Polanyi 1969: 49].

La ciencia es el modelo más claro de libertad “pública”, que contribuye a la formación de un orden, y se ejerce en un marco institucional y tradicional. La comunidad científica, si bien caracterizada por diferentes grados de autoridad y por el papel de las instituciones y las revistas, se distingue por la coordinación mutua entre los científicos, que se lleva a cabo gracias a los principios del control de límites (boundary control, el control mutuo entre temas o sectores contiguos) y del ajuste mutuo (mutual adjustment, la coordinación espontánea de iniciativas independientes). Es una expresión de la tradición científica, caracterizada por la libertad y orientada hacia la búsqueda de la verdad sobre el mundo natural. La investigación científica solo puede transmitirse y enseñarse en un contexto de tradición, pero prospera solo si es libre y si está dirigida a la verdad, si el conocimiento se busca por sí mismo.

Incluso en un marco liberal, para Polanyi la tradición es necesaria para la perpetuación de la sociedad y de sus fines y para la búsqueda misma de la verdad. Pero esto no implica la sumisión de la sociedad a la autoridad religiosa ni quiere ser en modo alguno cómplice suyo [Polanyi 2009: 62]. A nivel político, la sociedad libre no controla lo que las personas consideran que es significativo.

En este contexto, Polanyi propone una discusión crítica del marxismo, en particular de la epistemología del marxismo-leninismo, destacando el fenómeno de la inversión moral, es decir, la transferencia y el enmascaramiento de las pasiones morales, formalmente negadas: esta visión materialista rechaza la verdad, la justicia y el amor y distorsiona así la orientación de las pasiones personales, culminando en un comportamiento autodestructivo [Polanyi 1974: 230-235]. Dado que el ser humano no puede prescindir de estos valores, negados, y sobre todo de la orientación apasionada hacia ellos, su pasión se vuelve contra la verdad, la justicia, etc., dando lugar a los totalitarismos. Al principio se trata de algo espurio (debido a un pseudo-reemplazo), que con el tiempo se vuelve real [ibídem: 233n]. Este proceso es típico de la modernidad.

9. Los principales puntos de la crítica a la modernidad

Para Polanyi, el movimiento crítico de la modernidad ha llegado ya al final de su parábola [Polanyi 1974: 265-266]. La crítica de Polanyi al pensamiento moderno comparte algunos puntos de contacto con las tesis más recurrentes del pensamiento contemporáneo y de la posmodernidad, aunque es decididamente original. Se funda sobre todo en su nueva teoría del conocimiento, que requiere revisar las tesis modernas, incluido el concepto de ser humano.

La crítica a la mente universal de Laplace es parte de la contestación polanyiana, pero hay otros aspectos que destacar. El ideal de Laplace es expresión del rechazo de la modernidad a nuestras capacidades cognoscitivas humanas y personales, en nombre de un ideal de objetividad total que es inalcanzable y destructivo del conocimiento. En general, Polanyi subraya críticamente el rechazo de la dimensión del creer y del papel de la libertad y las pasiones en el conocimiento, oponiéndose a la separación entre hecho y valor; además, rechaza la duda metódica y escéptica como principio heurístico, es decir, el enfoque crítico moderno. Su crítica constante al positivismo y al neo-positivismo se encuadra en este contexto. Uno de sus aspectos más importantes, consecuencia de la revalorización de la persona y sus poderes cognoscitivos, es precisamente el rechazo del empirismo. El verdadero conocimiento no reside (ni puede residir) en sus elementos básicos, porque estos son siempre partes de una entidad comprehensiva que no puede explicarse mediante la sola referencia a ellos. Polanyi añade también la revalorización positiva de las pasiones en el conocimiento, así como de la libertad y del juicio personal.

La pretendida impersonalidad de la ciencia, entendida como neutralidad, se debe precisamente a un impulso típico de la modernidad, el rechazo de nuestras facultades superiores que la filosofía empirista no puede explicar: la adquisición de verdad sobre la naturaleza y la tensión hacia ella [Polanyi 2012: 83-84] .

Entre otras paradojas, Polanyi destaca la siguiente: si tuvieramos la capacidad de considerar el universo con la objetividad suma requerida por el pensamiento moderno, es decir, de modo completamente impersonal (prescindiendo de nuestro punto de vista y de la importancia de las personas humanas), en el conjunto total de su duración temporal, el espacio dedicado a la historia humana sería irrelevante [Polanyi 1974: 3]. Por este motivo, si se desea conservar el sentido pleno del término “conocimiento” es necesario reformular la el concepto de objetividad, admitiendo el papel central de los seres humanos y de la perspectiva humana en el surgimiento de nuestra imagen del mundo: es necesario admitir la preeminencia del ser humano en el universo.

10. El realismo

Polanyi otorga gran importancia a la verdad en su teoría de la ciencia y el conocimiento, pero no parece formar parte del llamado realismo científico estándar en epistemología. Se ha discutido mucho sobre la forma en que Polanyi entiende la verdad y el contacto con la realidad: aunque para algunos la verdad no es en manera alguna una idea reguladora inalcanzable, para otros, en cambio, muestra semejanzas con la concepción popperiana, aunque no se identifica con ella.

La cuestión del realismo polanyiano y, sobre todo, de su subjetivismo ha suscitado un mayor debate tras la publicación de su ensayo Significado. La discusión se centra sobre todo en la cuestión de la religión (en particular, sobre el modo en que el tema viene tratado en el capítulo 10, Aceptación de la religión) y en su correspondencia o no con los objetivos polanyianos. De esto hablaremos en el apartado siguiente.

Para Polanyi la investigación científica no puede prescindir de la referencia a la verdad [Polanyi 1969: 79-80], que se identifica con el contacto con la realidad [Polanyi 1974: 147]. La investigación se caracteriza por la sensación de acercarse progresivamente a una verdad oculta [Polanyi 1974: 130 y passim] y el conocimiento científico establece un contacto con la realidad [ibídem, vii]. Debido a este contacto, la investigación tiene implicaciones futuras aún desconocidas, ya que la realidad es mucho más rica de lo que la persona que conoce puede suponer (de ahí la fecundidad de los descubrimientos). Además: «El avance de la ciencia consiste en discernir Gestalten (formas), que son aspectos de la realidad» [Polanyi 1964: 11].

El uso de términos como sencillo (o simetría, o economía) para describir una teoría científica se emplea a menudo, en un marco positivista, para negar su racionalidad. Sin embargo, para Polanyi es legítimo considerar la simplicidad como un signo de racionalidad y no debe utilizarse como excusa teórica para evitar reconocer la elevada racionalidad de algunas teorías científicas [Polanyi 1974: 15-17]. Polanyi se opone a una concepción subjetivista de las elecciones del científico [Polanyi 1964: 15]. Por lo demás, para Polanyi, el ser humano está llamado a conocer la verdad y a servirla.

Sin embargo, la forma en que Polanyi concibe este contacto con la realidad, reexamina deliberadamente la relación entre subjetivo y objetivo en lo personal y conlleva a una tensión paradójica. En primer lugar, en el contexto de sus reflexiones sobre el lenguaje, redefine la palabra verdadero «como expresando la aseveración de la oración a la que se refiere» [Polanyi 1974: 255]. Se trata siempre de un “respaldo personal” [ibídem] de la proposición. Esto significa que no puede explicarse la verdad o la falsedad de una proposición a través de criterios impersonales [Polanyi 1974: 256]. La verdad es consecuencia del contacto con la realidad [ibídem: 147], pero también es el polo externo y universal de la creencia [ibídem: 286]. Para Polanyi, la verdad solo puede ser pensada creyendo en ella.

De hecho, la comprensión se atribuye a la acción de un centro personal que busca la satisfacción a la luz de sus propios criterios. Se trata también de la cuestión del compromiso personal, que sostiene el conocimiento, y de la relación entre los dos polos del conocimiento, uno subjetivo-personal y otro universal-objetivo. A pesar de que el papel del compromiso se ve reducido, esta tensión está también presente en su obra La dimensión tácita: al formular la verdad, el investigador debe siempre comprometerse personalmente [Polanyi 2009: 78].

La posición de Polanyi no podrá jamás poseer la claridad y distinción del pensamiento cartesiano o positivista, porque entre subjetividad y objetividad hay un vacío que el hombre llena mediante su “coeficiente personal”, es decir, gracias a la pasión y al compromiso con la verdad y la universalidad, que busca satisfacer y que, en última instancia, constituye una obligación. Lo personal no es objetivo ni subjetivo, porque se somete a necesidades reconocidas por el sujeto como independientes de sí mismo (por lo tanto, no es subjetivo), pero hacia las que es conducido por pasiones individuales (por lo tanto, no es objetivo) [Polanyi 1974: 300]. Lo personal es el resultad de la tensión entre estos dos polos. La estructura del compromiso es su matriz lógica y se ejemplifica mediante el acto de resolver un problema. El compromiso es una elección personal, mediante la cual el que conoce busca y, finalmente, acepta algo que cree le viene dado de manera impersonal [Polanyi 1974: 302].

En resumen: el conocimiento es objetivo porque establece contacto con una realidad previamente oculta, de la cual el cognoscente afirma la validez universal (universal intent), presintiendo así un conjunto indeterminado de implicaciones futuras. El empeño del investigador (libre y apasionado, pero no arbitrario) se apoya en este polo, que se funda en premisas que, para nuestro autor, no son subjetivas, no obstante sean creídas [Polanyi 1974: 303-316, pássim], y en las pasiones, que tienen unos estándares autoestablecidos (self-set). De manera que lo personal no es subjetivo, en cuanto se somete a exigencias que el sujeto reconoce como independientes de sí; sin embargo, tampoco es objetivo, puesto que, dentro de ciertos límites, la acción (cognoscitiva) es guiada por las pasiones individuales. Lo personal trasciende esta distinción.

Como hemos señalado con anterioridad, para Polanyi la relación significativa de un hecho o un subsidiario particular con un hecho u objeto focal se debe a la acción de una persona que integra el uno con el otro. Esta relación persiste en tanto y en cuanto la persona continúa realizando esa integración [Polanyi 1969]. Además, la aceptación de cualquiera de nuestras afirmaciones como verdaderas implica la aprobación de nuestra propia capacidad. Polanyi agrega que esto implica la apreciación de nuestro propio arte de conocer. Establecer la verdad depende de un conjunto de criterios personales que no pueden definirse formalmente [Polanyi 1974: 70-71]. Esto también se aplica a los descubrimientos científicos.

Incluso los criterios de racionalidad, a los que están sujetas las propias creencias (siempre personales), están respaldados en última instancia por la confianza que cada uno tiene en ellos. Polanyi propone una estructura fiduciaria cuya paradoja acepta de manera explícita [Polanyi 1974: 255]. La estabilidad de las creencias, en las que se incluyen las premisas científicas, también debe entenderse como impermeabilidad ante los contraejemplos empíricos. Polanyi dice que la “visión naturalista del universo” [ver Polanyi 2012: 85] propia de la ciencia, se basa en la misma estructura lógica de las creencias religiosas de los pueblos primitivos (entre sus ejemplos pone a los azande); por ejemplo, cualquier discrepancia se explica por medio de otras afirmaciones científicas, etc. De hecho, afirma la existencia de verdaderas creencias científicas y atribuye al investigador «la creencia de que la verdad científica es un aspecto de la realidad» [Polanyi 1969: 55].

El “marco conceptual” (conceptual framework) en el que se basa nuestra vida intelectual puede abandonarse, no eligiendo las propias creencias desde cero sino sólo mediante “conversión”. Solamente dentro de un marco intelectual de este tipo, en este caso científico, es posible hacer nuevos descubrimientos. Este marco constituye a su vez un límite que define las posibilidades y el ámbito de nuestra vocación personal a conocer la verdad. De hecho, Polanyi afirma: «he expuesto la creencia de que la capacidad de nuestras mentes para contactar con la realidad y la pasión intelectual que nos impulsa hacia este contacto serán siempre suficientes para guiar nuestro juicio personal, de manera tal que podamos colmar la medida completa de la verdad, que yace al alcance de nuestro llamado personal» [Polanyi 2014: 27]. Téngase en cuenta la expresión utilizada: el autor desea subrayar el hecho de estar personalmente comprometido en la defensa de esta verdad.

Si bien no hayan sido aún alcanzadas, la verdad y el contacto con la realidad son necesarios, al punto de constituir “creencias” (beliefs). «Pero la justificación última de mis convicciones científicas radica siempre en mí mismo. En un cierto punto solo puedo responder: ‘porque así lo creo’» [Polanyi 1964: 9]. La tensión polanyiana respecto al realismo, paradójica, es aceptada por éste como tal.

11. Mito y religión

Si bien es posible encontrar un cierto interés en el mito y la religión en escritos anteriores, el tema se trata principalmente en Significado. Sin olvidar las discusiones antes mencionadas sobre su autoría, es mayoritaria la corriente que reconoce como polanyianas las tesis allí propuestas.

En su análisis, no habiéndose especializado en el tema, muestra una abierta dependencia, aunque en distinta medida, de Mircea Eliade, Ernst Cassirer y Lucien Lévy-Bruhl [Polanyi - Prosch 1977: 122]. Como se ha dicho, para Polanyi, la visión mágica o mítica del mundo es un marco conceptual en la que sus mismos miembros se encuentran implicados, así como la visión naturalista del mundo (tesis expresada en publicaciones anteriores a Significado). En su opinión, los absurdos del pensamiento arcaico se deben al abuso de los mismos poderes de integración que el pensamiento moderno también aplica [Polanyi - Prosch 1977: 133]. Sin embargo, en el mito arcaico de la creación hay una verdad importante sobre el origen del hombre y sobre la experiencia humana, que falta al ideal del conocimiento científico, y, en este sentido, afirma que este mito es verdadero [ibídem: 147].

La experiencia religiosa cristiana se entiende también como creación de significados en el que estamos comprometidos; el papel de la imaginación creativa es importante para alcanzar la integración, como en el mito o en el arte visionario, dado que, para Polanyi, los datos particulares son contradictorios entre sí [Polanyi - Prosch 1977: 159]. Presenta sus tesis sobre religión utilizando la noción de “aceptación”. La oración es un acto supremo de confianza y la existencia de Dios no puede establecerse de manera lógica, científica o racional, pero la afirmación de la misma siempre implica un acto de adoración indubitable e incuestionable.

En general, y a pesar de la influencia de San Agustín de Hipona, la noción de fe que emplea Polanyi parece mucho más cercana a la protestante o luterana que a la católica y agustiniana. El mismo Polanyi es consciente de brindar una interpretación personal del esquema de la redención paulino, que, en cierto momento de su vida intelectual, considera como el paradigma de su propia teoría del conocimiento [Scott - Moleski 2005: 252].

En Significado, en el contexto de la experiencia religiosa de la fe, se atribuye a la imaginación creativa una fuerza constructiva mucho más intensa que en el arte. Aquí, la inclinación hacia un realismo constructivista, siempre que se pueda hablar de realismo, parece muy clara. En cualquier caso, Polanyi afirma que la fe religiosa no puede elegirse ni es el resultado de un esfuerzo humano deliberado, sino que es un regalo de Dios, que inexplicablemente puede serle negado a alguno [Polanyi - Prosch 1977: 180].

Con respecto a este punto, se discute el peso de la influencia de Prosch, aunque no parece fácil de alcanzar una conclusión definitiva. Polanyi emitió diversos juicios sobre esta colaboración, quejándose o aprobándola alternativamente [Scott - Moleski 2005: 284]. Gelwick y Prosch dejaron relatos sustancialmente opuestos. Torrance, su albacea literario, sostiene que Polanyi se quejó con él acerca del giro no-objetivista dado por Prosch a su pensamiento sobre la religión [Torrance 2001/2000: 30]. Sin embargo, muchos consideran que estas mismas tesis están ya presentes en las conferencias que Polanyi dictara en Austin y Chicago.

12. Relación con otras corrientes de pensamiento

En Ciencia, fe y sociedad, Polanyi sostiene que sus tesis son similares a las de otros autores [Polanyi 1964: 12-14], entre los que se cuentan Maurice Merleau-Ponty, por lo que se refiere al tema de la percepción; A. D. Ritchie, por el modo de concebir la naturaleza de la ciencia (que en ese trabajo Polanyi reconoce como independiente de sus textos); W. I. Beveridge, por el descubrimiento científico como arte; J. Bronowski, por la semejanza entre el descubrimiento científico y la creación artística; Stephen Toulmin, por las suposiciones que afectan a las teorías científicas pero que no se pueden probar directamente; N. R. Hanson, por los hechos científicos cargados de teoría (theory-laden); Konrad Lorenz, por la analogía entre la percepción de la Gestalt y el conocimiento científico; Thomas Kuhn, por los descubrimientos que cambian profundamente la visión de los científicos; Gerald Holton, por la dimensión temática de las proposiciones científicas; A. I. Wittenberg, por el reconocimiento de un conocimiento que no se puede explicar completamente de un modo matemático; y C. Perelman (del cual destaca también la investigación sobre el poder de convicción de un argumento retórico), por el papel del juicio personal en la ciencia y el reconocimiento de los poderes cognoscitivos de la persona.

La relación entre Polanyi y la Gestalttheorie o psicología de la Gestalt es muy importante. Polanyi se declara abiertamente en deuda con ella [Polanyi 1974: vii, 57-58, 97; 2009: 6-7, 46], en particular con respecto a los resultados sobre la experiencia sensible. Detectar la confluencia de las partes en un todo, en casos como la percepción de un objeto o una fisonomía o la transformación de un objeto en un instrumento, es muy importante para la elaboración del conocimiento tácito. Polanyi, sin embargo, rechaza la interpretación de los resultados que ésta propone [Polanyi 1974: 55-57; 2009: 6, 43, 46] y atribuye un papel mayor a la participación activa de la persona en la consecución de lo que él llama integración de los detalles particulares en el conjunto [Polanyi 1974: 57; ]. Se trata de una profundización de aspectos dejados de lado por la Gestalt [Polanyi 2009: 6]. De todas formas, su reconocimiento a la importancia de esas contribuciones, lo llevaron a considerar el conocimiento científico como una variante de la percepción sensible [Polanyi 2009: xvii]. Al mismo tiempo afirma que «la percepción es la forma más empobrecida de conocimiento tácito» [Polanyi 2009: 7]. Polanyi se propone aplicar los resultados de la Gestalt a una teoría del conocimiento que reconozca la relación entre las partes y el todo.

En cuanto a Karl R. Popper, sus tesis difieren de manera importante en el modo de concebir del conocimiento científico, el papel de la persona, la racionalidad, la modernidad y la misma sociedad liberal, al punto que mantuvo con él una polémica a distancia. Popper, luego de Conocimiento personal, criticó la idea de una filosofía post-crítica en el prefacio a la primera edición en inglés de La lógica del descubrimiento científico (1959), identificando racionalidad y criticismo. A pesar de la existencia de puntos de contacto, su relación se deterioró [Torrance 2001/2000: 30]. Polanyi estaba convencido de que Popper había copiado sus ideas [Scott - Moleski 2005]. La polémica reaparece en algunos estudiantes de Popper. Asi, por ejemplo, la tesis doctoral de Alan Musgrave (nunca publicada) se titula Conocimiento impersonal y constituye un ataque filosófico extenso y explícito al pensamiento polanyiano, al que acusa de subjetivismo y solipsismo, dogmatismo, relativismo y psicologismo.

Polanyi puede considerarse, en ciertos aspectos, un anticipador de Thomas S. Kuhn, en quien influyó, al menos en cierta medida, la noción de conocimiento tácito [Nickles 2017]. Las tesis polanyianas parecen haber desarrollado un papel en el nacimiento de la noción de paradigma [Baltas - Gavroglu - Kindi 2000: 296-297]. Al parecer Kuhn admitió, en un intercambio epistolar con Polanyi, haber inducido la noción de paradigma del pensamiento de Polanyi [Torrance 2001/2000: 31]. Kuhn escuchó a Polanyi disertar sobre el conocimiento tácito en noviembre de 1958, durante una visita al Centro de Estudios Avanzados en Ciencias del Comportamiento en Palo Alto [Scott - Moleski 2005: 245-246]. Además, quizo que Polanyi comentara su artículo La función del dogma en la investigación científica en el Simposio sobre la Estructura del Cambio Científico de la Unión Internacional de Historia y Filosofía de la Ciencia en la Universidad de Oxford (1961) [Scott - Moleski 2005: 245].

En cuanto a las tesis sobre la historia y el problema de las dos culturas, Polanyi leyó y apreció La idea de la historia de Collingwood, aunque tomó distancia de su valoración de los trabajos de Windelband, Rickert y Dilthey [Polanyi 2014: 100-102]. No conoció a Charles P. Snow hasta después de la publicación de El estudio del hombre [Vinti 2016: 34]; a pesar de admitir la existencia de una separación entre la cultura científica y humanista, creía que estas podían reconducirse a la armonía.

Además, Polanyi tiene vínculos con el pensamiento de Dewey, con el existencialismo moderno (especialmente en lo que se refiere a la morada [indwelling], aunque sin aceptar la componente de desesperación) y con la fenomenología de Husserl, así como con lógica informal por Gilbert Ryle. También parece haber un vínculo con la teoría del conocimiento inconsciente de Chomsky, que utilizó el término tácito en su Aspectos de la teoría de de la sintaxis (1965) [Chomsky 2014: 19, 23, 26-27, 150].

Indudablemente Polanyi leyó a Teilhard de Chardin. De hecho, la sintonía con el pensamiento teilhardiano son innegables ya en Conocimiento personal. Cabe también señalar su aprecio por Brujería, oráculos y magia entre los Azande de E. E. Evans Pritchard [Polanyi 1974: 287].

En la década de 1930, Polanyi fue un rotundo opositor del movimiento revolucionario socialista en Gran Bretaña, que proponía una planificación centralizada de la investigación científica. En su articulo Los derechos y deberes de la ciencia (1939) reseñó críticamente La función social de la ciencia de J. Desmond Bernal, uno de los miembros más eminentes de este grupo.

Frecuentó al teólogo Joseph H. Oldham, de quien recibió sugerencias para el Conocimiento personal, y su grupo de discusión The Moot [Scott - Moleski 2005: 196]. Le dedicó El estudio del hombre. En los últimos años de su vida frecuentó a Thomas Torrance, quien más tarde se convertiría en el curador de su legado intelectual.

Apreciaba a Paul Tillich, de quien había leído la edición en inglés de Teología sistemática (1953) [Scott - Moleski 2005: 251], aunque no aceptaba algunas de sus tesis, como la separación absoluta del método científico y la distinción tajante entre ciencia y fe.

El conocimiento tácito fue expuesto, entre otros por M. Grene, J. H. Gill, H. Prosch, W. T. Scott, A. F. Sanders, C. Vinti. Entre sus críticos se cuentan A. Musgrave y R. Harré. En los últimos años de su vida, Polanyi fue duramente criticado por Jacob Bronowski en The Disestablishment of Science, pero nunca le respondió. Entre sus críticos también se encuentra Adolf Grünbaum, que intenta restaurar posiciones neo-positivistas.

En este espacio solo es posible dar algunas indicaciones sobre la deuda de Polanyi con los grandes filósofos del pasado. Es importante no olvidar que Polanyi no tuvo una formación filosófica académica, lo cual lastra a su conocimiento de la historia de la filosofía.

Se declara en deuda con Agustín de Hipona, al que Polanyi cita entre sus referentes, y ciertamente conoce la paradoja del Menon de Platón. Se discute su relación con Kant, que no es fácil de definir. Con el conocimiento tácito las categorías kantianas reaparecen en el cognoscente activo [Polanyi 1969: 156], lo cual es consistente con la visión kantiana de la persona moral en la Crítica de la razón práctica. A su vez, Polanyi toma en serio la advertencia kantiana sobre la necesidad del criticismo [Polanyi 1974: 271-272]. Sin embargo, acusa a Kant de haber caído en el error moderno de despreciar nuestro conocimiento, del cual la filosofía crítica no puede dar razón [Polanyi 1974: 354]; sus esperanzas habrían sido demasiado elevadas [Polanyi 1974: 270]. Por otra parte, juzga la modernidad con dureza, sobre todo su pretensión de no aceptar nada que no haya pasado antes por el tamiz de la duda. Polanyi escribe que Kant, a pesar de haber identificado un “agente último” que decide, sin hacer referencia a reglas explícitas, si una instancia particular recae o no bajo una regla general, a diferencia de su continuadores, dejó el tema inexplorado, tal vez por temor a que “monstruos dormidos” pudieran destruir su concepción del conocimiento [Polanyi 1969: 105-106].

13. Bibliografía

13.1. Principales obras de Michael Polanyi (monografías y colecciones de artículos)

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13.2. Traducciones al español

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— , Ciencia, fe y sociedad, Taurus, Madrid 1961.

— , El estudio del hombre, Paidos, Barcelona 1966.

— , La lógica de la libertad. Reflexiones y réplicas, Katz, Madrid 2009.

13.3. Bibliografías de textos de/sobre Polanyi

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Prosch, H., Michael Polanyi. A Critical Exposition, State University of New York Press, Albany (NY) 1986, pp. 319-346.

Sanders, A. F., Michael Polanyi’s Post-Critical Epistemology, Rodopi. Amsterdam 1988, pp. 267-288.

Scott, W. T. – Moleski, M. X., Michael Polanyi. Scientist and Philosopher, Oxford University Press, Oxford 2005, Bibliography of Works by Michael Polanyi, pp. 327-350.

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Biró, G., The Economic Thought of Michael Polanyi, Routledge, Abingdon (Oxon) - New York (NY) 2019.

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13.5. Revistas dedicadas al pensamiento de Polanyi

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«Polanyiana, The Periodical of the Michael Polanyi Liberal Philosophical Association» (1992-), Budapest, publicada por la Michael Polanyi Liberal Philosophical Association (MPLPA), Hungría, en lengua inglesa y húngara; ISSN 1215-6582 http://www.polanyi.bme.hu/periodical/period.php?lang=en.

«Appraisal: The Journal of the British Personalist Forum» (1996-), ISSN 1358-3336, https://britishpersonalistforum.org.uk.

13.6. Otra bibliografía citada

Chomsky, N., Aspects of the Theory of Syntax (1965), MIT Press, Cambridge (MA) – London 2014.

P.S. de Laplace, Théorie analytique des probabilités, III ed. (I ed. 1812), in de Laplace, P.S., Œuvres complètes, Imprimerie Royale, Paris 1847, pp. Vi-vii.


Notas

[1] A pesar de haber planeado originalmente realizar un matrimonio católico, finalmente se casaron en una ceremonia civil, probablemente a causa de la muerte del padre la novia la víspera de la boda [Scott - Moleski 2005: 74].

[2] He aquí la tesis de Laplace criticada por Polanyi: «una inteligencia que, por un instante dado, conociera todas las fuerzas de las que la naturaleza está animada, y la situación respectiva de los seres que la componen, si, además, fuera lo suficientemente vasta como para someter aquello dado al análisis, abarcaría en una misma fórmula los movimientos de los cuerpos más grandes del universo y los del átomo más ligero: nada le resultaría desconocido. Tanto el futuro como el pasado se le harían presentes» [Laplace 1847: vi-vii].

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Savarese, Miriam, Michael Polanyi, en Fernández Labastida, Francisco – Mercado, Juan Andrés (editores), Philosophica: Enciclopedia filosófica on line, URL: http://www.philosophica.info/archivo/2020/voces/polanyi/Polanyi.html

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Digital Object Identifier (DOI): 10.17421/2035_8326_2020_MIS_1-1

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