Philosophica
Enciclopedia filosófica  on line

Eugenio d’Ors

Autor: Alejandro Martínez Carrasco

1. Vida

Eugenio Ors i Rovira, posteriormente apostrofado como d’Ors, nació en Barcelona el 28 de septiembre de 1881. Durante muchos años se extendió 1882 como fecha de su nacimiento, error que el propio autor nunca se molestó en desmentir. Su familia era una familia burguesa acomodada y de raíces profundamente catalanas, aunque la rama materna había pasado unas décadas en Cuba. El niño Eugenio fue más bien enfermizo y apenas frecuentó la escuela, buena parte de su educación la recibió en casa, donde desarrolló una gran capacidad lectora que le acompañó toda su vida: fue un lector voraz y de memoria prodigiosa, con una gran curiosidad hacia áreas y temas enormemente variados. Ya desde su educación temprana tuvo una gran familiaridad con la cultura francesa, cuyo idioma dominó excepcionalmente.

En su adolescencia y primera juventud frecuentó los ambientes artísticos y bohemios barceloneses, impregnados del modernismo y romanticismo finisecular, donde trabó una estrecha amistad con Pablo Picasso, estudiante por entonces en Barcelona. La primera inclinación de d’Ors fue el dibujo, disciplina en la que hizo sus primeras publicaciones como ilustrador y que, como afición, cultivó durante toda su vida. En 1897 comenzó la carrera de Derecho en la Universidad de Barcelona, que finalizó brillantemente en 1903; en 1905 preparó su tesis doctoral, que nunca publicó y de la que no hay constancia que llegara a defender. Cuando en 1910 se estableció la especialidad de Filosofía en la Facultad de Filosofía y Letras de esa misma universidad se examinó de las asignaturas correspondientes después de convalidar los diversos cursos realizados en el extranjero los años precedentes. En 1913 se doctoró en Filosofía con una tesis sobre Las aporías de Zenón de Elea y la noción moderna del espacio-tiempo, en cuyo tribunal estuvo Ortega y Gasset. Sus preocupaciones filosóficas iniciales se dirigieron principalmente hacia la psicología, la filosofía o teoría de la ciencia y la pedagogía.

La principal ocupación profesional de Eugenio d’Ors durante su vida fue la escritura, tanto en su vertiente literaria creativa como en la vertiente más intelectual o filosófica, muy a menudo mezclando ambas en géneros híbridos y muy variados: ficciones, críticas literarias, artísticas y culturales, reportajes y comentarios de actualidad, poesía, ensayos, textos más puramente filosóficos, etc. El trabajo con la pluma fue su principal fuente de ingresos, lo que explica el volumen ingente de textos que publicó, a menudo en la prensa diaria. A diferencia de la mayoría de pensadores reconocidos, no tuvo una posición académica que le diera estabilidad profesional y seguridad económica, a pesar de que lo intentó en unas fallidas oposiciones a cátedra en 1914. Durante unos pocos años desempeñó cargos políticos de cierta relevancia, además de dar numerosos cursos y conferencias, pero estaban lejos de ser una ocupación profesional estable y duradera.

Su carrera como escritor se inició en la temprana fecha de 1899. Durante sus primeros años publicó en muy variados periódicos y revistas catalanas. Aunque por entonces ya era un autor de cierto renombre en Cataluña, su consagración definitiva tuvo lugar cuando el 1 de enero de 1906 inició una sección diaria denominada “Glosari” en La Veu de Catalunya, uno de los diarios más influyentes de la región. Se puede afirmar que las glosas son la principal creación literaria de d’Ors y el vehículo fundamental de sus ideas y propuestas, realización de uno de sus lemas más conocidos: pasar de la anécdota a la categoría. Son artículos de extensión variable, generalmente breves, que comentan de modo personal todo tipo de cuestiones, desde asuntos de actualidad locales o internacionales, trascendentales o aparentemente anecdóticos, hasta temas más puramente científicos o filosóficos, pasando por comentarios a la actualidad literaria, artística o cultural desde una perspectiva internacional, en tono ameno y distendido, con una impresionante amplitud y multiplicidad de atención. Eran textos animados desde el inicio por un sentido ideal de gran alcance y ambición: revelar al público catalán primero y español después las palpitaciones de los tiempos, la interpretación de los acontecimientos que le servían de motivo para defender la renovación general de la sensibilidad y la cultura europea de la época en todas sus vertientes, desde la urbanidad, costumbres y educación hasta la ciencia y filosofía más avanzadas, pasando por la estética, las artes, la política o problemas sociológicos y pedagógicos. A la vez, las glosas fueron una muy importante empresa de divulgación de corrientes intelectuales, autores y libros de actualidad, sin parangón en la historia cultural española: el número de personas o libros relevantes allí citados, sin ningún límite de nacionalidad o disciplina y ni siquiera ceñido a lo contemporáneo, resulta verdaderamente mareante. Este género fue una constante en toda su trayectoria: publicado en La Veu hasta 1920, lo prosiguió con ciertas variaciones de estilo hasta el mismo día de su muerte en otros diarios de gran tirada como ABC, El Debate, Arriba o La Vanguardia, entre otros. En forma de glosas aparecieron además algunos de sus textos más conocidos, publicados posteriormente en forma de libro, como La Ben Plantada, Gualba, la de mil veus, La Vall de Josafat, Lletres a Tina, Tres horas en el Museo del Prado o Introducción a la vida angélica.

Esta presencia de metafísica de andar por casa o metafísica usual, como él mismo la llamaba, en las páginas de un diario, de textos con un alto contenido ideal en tono de fascinante cosmopolitismo, sugerentes y atrayentes, en un estilo literariamente renovador y lleno de chispeante ingenio, fue causa de su extraordinario e inmediato éxito en Cataluña, especialmente entre las generaciones más jóvenes. Esto le hizo abanderar un movimiento cultural, denominado por él noucentisme, que se presentaba como reacción contra el romanticismo de la generación anterior, la propia del fin de siglo. En ello coincidía con la que ha sido después conocida como generación del 14, y que en España tuvo en Ortega y Gasset su otro gran exponente. D’Ors fue en Cataluña el verdadero líder intelectual y programático de la joven generación, con una influencia tanto en las ideas como en el estilo que difícilmente puede ser exagerada.

La Veu de Catalunya era un diario promovido por la Lliga regionalista, partido político catalanista burgués y conservador que gobernaba esos años en la Diputación de Barcelona y en la posteriormente creada Mancomunitat Catalana, germen de la futura Generalitat. Su líder, Enric Prat de la Riba, quiso contar desde muy pronto con d’Ors para dirigir la política cultural y educativa catalana, a pesar de que éste provenía de grupos de izquierda republicana. A partir de 1911 d’Ors fue ocupando cargos de cada vez mayor responsabilidad y poniendo en marcha iniciativas ambiciosas, teniendo en cuenta las reducidas competencias de las instituciones catalanas, para el desarrollo de la cultura y educación: creación de grupos de investigación, de seminarios y cursos, de la Biblioteca de Catalunya y una red de bibliotecas municipales, de varias escuelas superiores especializadas y cursos de formación profesional, de revistas, publicaciones y traducciones, entre otras iniciativas. Tras el fallecimiento de Prat de la Riba en 1917, la colaboración entre d’Ors y la Lliga fue haciéndose más difícil hasta su polémica defenestración a inicios de 1920. Este final abrupto y doloroso de su carrera política, entre otros motivos, propició su marcha de Cataluña y establecimiento en Madrid desde inicios de 1923, momento en el que comenzó a colaborar con medios periodísticos de la capital, algunos de los cuales eran conocidos por su anticatalanismo. Hasta esa fecha el catalán había sido su forma fundamental de expresión, junto con el francés, mucho menos frecuente, que no abandonó; a partir de este cambio de residencia el castellano pasará a ser su idioma preferente y apenas volverá a publicar en catalán. Tratándose de un autor que había tenido un enorme protagonismo e influencia en la cultura catalana, también en la modernización y enriquecimiento del idioma, este cambio fue sentido en Cataluña como una flagrante traición que nunca se le perdonaría, motivo por el cual d’Ors es aún hoy un autor controvertido, discutido y no suficientemente reconocido en su tierra natal.

A pesar de su cercanía a finales de los años 10 e inicios de los años 20 con movimientos proletarios, especialmente anarquistas y socialistas, tras su definitivo establecimiento en Madrid se aproximó al conservadurismo monárquico. Se sintió cómodo con la dictadura de Primo de Rivera, durante la cual ocupó posiciones de prestigio en la capital. Durante la II República Española manifestó su rechazo al nuevo régimen y siguió colaborando con grupos conservadores, con los que su relación no siempre fue fácil. Al estallar la Guerra Civil, muy pronto expresó su adhesión al régimen de Franco, y en los inicios colaboró con algunos intelectuales falangistas encabezados por Pedro Laín Entralgo. A partir de enero de 1938 tuvo una importante aunque breve colaboración con el nuevo gobierno en la política cultural a través del Instituto de España, cuya creación él mismo impulsó a imitación del Institut de France y del Institut d’Estudis Catalans que había presidido años atrás, y de la Jefatura Nacional de Bellas Artes. Pero las dudas que generaba entre los sectores más conservadores y religiosos del régimen le apartaron muy rápido de las posiciones de influencia efectiva. Incluso en los años del primer Franquismo, sin que d’Ors pudiera ser considerado un opositor, conservó independencia y libertad de pensamiento, y no fueron escasas sus críticas al régimen. A la vez, fueron años en los que mantuvo una intensa labor cultural que buscó tender puentes con el legado artístico y cultural anterior a la Guerra Civil y promocionar las nuevas creaciones y nuevos artistas y autores, muchos de los cuales, por su vanguardismo, no eran bien vistos por el nuevo régimen. Tras una larga enfermedad degenerativa, d’Ors falleció el 25 de septiembre de 1954 en su casa de Vilanova i la Geltrú, residencia habitual de sus últimos años en un esfuerzo por reconciliarse con su Cataluña natal.

D’Ors tuvo una vida muy itinerante y cosmopolita. Desde 1906 hasta la Guerra Civil residió por largas temporadas en París, donde profundizó en su formación intelectual y filosófica y mantuvo contacto habitual con la elite cultural de su tiempo; allí alcanzó un notable prestigio, especialmente en los años 20 y 30. Viajó con frecuencia, a menudo por períodos más o menos largos, a países como Alemania, Portugal, Suiza o Italia. También fueron importantes dos viajes que realizó a Argentina y Uruguay, especialmente el primero, en 1921, en el que pudo exponer y difundir su pensamiento con cierta extensión. Todo ello le ayudó a adquirir un conocimiento profundo y directo de la cultura europea contemporánea y a establecer y estrechar lazos con gran variedad de artistas e intelectuales. Tras su muerte, el prestigio alcanzado más allá de nuestras fronteras fue decayendo rápidamente; en España, su carácter controvertido en Cataluña junto con su afinidad al Franquismo le han convertido en un autor en cierto sentido incómodo y públicamente postergado. A la vez, su indudable valor literario y filosófico y su personalidad rica e inclasificable no dejan de atraer la atención, lo que hace que sus escritos no hayan parado de reeditarse y sigan apareciendo numerosos estudios sobre su persona y su obra: atendiendo a estos dos indicadores su actualidad y presencia en la cultura española no han decaído en absoluto. No es fácil hablar brevemente sobre su influencia posterior, teniendo en cuenta además que al estar alejado del ámbito académico no tuvo propiamente discípulos; dejando de lado toda su importantísima labor de promoción artística y cultural, la influencia directa que ha legado se puede encontrar sobre todo en cómo su estilo ha sido muy imitado en la literatura catalana y en el periodismo español.

2. Pensamiento

Las líneas maestras del pensamiento filosófico orsiano son fácilmente reconocibles a lo largo de toda su producción: insiste constantemente en ellas y le sirven de esquema fundamental para juzgar y valorar todas las cuestiones que trata, por muy variadas que sean; y se mantienen establemente con pocas variaciones desde su juventud, sin que se puedan reconocer grandes evoluciones o etapas diferentes.

2.1. Un nuevo clasicismo

Para entender su enfoque filosófico es importante tener en cuenta qué está combatiendo; no hay que olvidar que su consolidación como escritor de ideas tiene lugar como abanderado de una renovación cultural e intelectual que pretende enterrar una etapa anterior que todavía pervivía con fuerza, lo que hace que sus escritos tengan un tono polémico y combativo. Su gran enemigo filosófico es el romanticismo finisecular, las modas intelectuales que marcaron la cultura europea de las últimas décadas del siglo XIX e inicios del XX y que tenían mucho protagonismo en la Barcelona que conoció el joven d’Ors. Los rasgos fundamentales de este romanticismo son el irracionalismo, el desprecio por las formas intelectuales en favor de dimensiones pasionales, sentimentales o inconscientes; el panteísmo, la confusión de elementos diferentes, sin límites ni distinciones, en la que todo entra en la comunión de una unidad indiferenciada, sin perfiles ni contornos propios, como sucede con el impresionismo; el dinamismo, la primacía por la movilidad y el cambio, sin constancias ni estabilidades, en el que todo es tiempo, transcurrir y convertirse unas cosas en otras; el misticismo, la defensa de modos de conocimiento de tipo intuitivo que no permiten su formulación en conceptos o figuras precisas y racionales, con fuerte carga de subjetivismo y defensa de la pasividad.

Para d’Ors, estos rasgos no son exclusivos del período histórico mencionado, sino que su preponderancia es la esencia de todos los movimientos románticos o barrocos que se han dado a lo largo de la historia, definidos precisamente por la primacía de estos valores. Momentos o movimientos que constituyen una decadencia del espíritu humano y que el filósofo catalán combate enarbolando la bandera opuesta: el clasicismo. Los valores que por tanto va a defender, los propios del clasicismo de inspiración grecolatina, son la inteligencia, la racionalidad, las formas precisas y estables, los límites, la finitud, la serenidad.

2.2. Arbitrarismo

En el fondo, la clave del romanticismo tal como lo interpreta d’Ors es el protagonismo otorgado a la naturaleza como lo opuesto al espíritu humano. El romanticismo pretende fundirse con la naturaleza, imitarla, tomarla como fuerza normativa. Pero la naturaleza es inercia, caos, fatalidad, pasividad, ausencia de forma: es una pura resistencia a la acción humana, el directo antagonista del despliegue del espíritu en el mundo. El espíritu es, por el contrario, una fuerza o potencia de creación, pero creación de formas, imposición de orden, marcada por la libertad. Toda la estructura de la realidad, del mundo, la entiende d’Ors como un combate radical entre la fuerza disolvente de la naturaleza y la potencia creadora y ordenadora del espíritu, que impone estructura y arquitectura a aquélla de múltiples maneras: mediante el arte de la jardinería, la ingeniería, la arquitectura, la ciencia, la disciplina, la palabra precisa y articulada, las obras de arte que apuestan por la estructura, la urbanidad, la educación, etc. Este programa de intervención activa dirigida por una inteligencia creadora es lo que en sus primeros años denominó arbitrarismo.

Hay que subrayar que la dinámica fundamental del mundo y del hombre se basa en una dualidad irreductible, la de naturaleza y espíritu; es siempre una estructura dialógica que afirma la alteridad, la pluralidad, la lucha, lejos de todo inmanentismo o monismo. Por otra parte, los conceptos filosóficos centrales para d’Ors son los de forma y orden, inseparables entre sí. La forma es lo que otorga contorno o delimitación precisa, lo que hace que algo sea lo que es y no se confunda con las otras cosas; es creación fundamental de la inteligencia, su huella principal. Y en una realidad múltiple y plural el orden es lo que da estructura inteligible, el medio de comprensión y de jerarquización, lo que permite que todos los elementos puedan entrar en juego y generar tensiones pero sin confusiones ni caos. Los conceptos de forma y orden juegan además un papel absolutamente central en todas sus reflexiones sobre arte y estética.

2.3. La inteligencia

El principal objetivo filosófico de d’Ors es la defensa de la inteligencia y de los aspectos racionales del hombre frente a las corrientes que los combaten. Estas corrientes a su vez querían denunciar las insuficiencias del racionalismo anterior, que tenía una visión demasiado estrecha de la razón y la hacía incapaz de abarcar la riqueza múltiple de la vida y la realidad. Por eso, el proyecto filosófico de d’Ors se dirige a lograr una visión más amplia y flexible de la racionalidad humana, un nuevo intelectualismo que integre y se abra a las dimensiones más irracionales, que reconozca las tensiones y la pluralidad: que no se cierre o ate a esquemas rígidos, sino que reconozca irónicamente los propios límites y debilidades, que relativice sus propias normas sin renunciar a ellas. Esta versión más amable, abierta, flexible, dialógica, plural y rica de la racionalidad la denomina con la palabra catalana Seny, y con ella pretende responder al gran problema que la filosofía de inicios del siglo XX tenía sobre la mesa, especialmente desde los planteamientos retadores de Nietzsche: la integración de vida y razón, sin oposiciones excluyentes.

En su defensa de las tradiciones intelectuales, la ciencia ocupa un lugar principal. Uno de sus intereses fundamentales fue lo que hoy en día llamaríamos filosofía o teoría de la ciencia. La ciencia como actividad, como investigación, es una de las mayores expresiones del espíritu, manifestación de vitalidad y exuberancia. No una ciencia fría y muerta, aprendida de memoria, mecánica, sino la ciencia como creación, como pasión, como placer, tal como se vivió de manera paradigmática durante el Renacimiento o durante el s. XVIII. Por eso d’Ors critica la concepción que tienen de la ciencia el positivismo y el racionalismo, excesivamente ceñidas a la legalidad y a los resultados, y subraya los aspectos lúdicos y estéticos que explican el desarrollo del trabajo científico: no sólo es trabajo, sino juego; no sólo funciona como aplicación de leyes, sino además como ejercicio de curiosidad libre; su sistematización no sólo obedece a una lógica racional, sino también a una lógica estética.

2.4. El Ángel

Desde finales de los años 20 d’Ors empieza a elaborar dos temáticas nuevas en su reflexión: la teoría de la personalidad y la ciencia de la cultura. La teoría de la personalidad surge de su antiguo interés en la psicología y de sus reflexiones en torno a la biografía y el retrato. Desde el siglo XIX, especialmente con autores como Schopenhauer y la tradición vitalista, se había ido extendiendo la idea del inconsciente como sustrato fundamental y decisivo de la vida, cuyas dimensiones conscientes son un fenómeno derivado de él y mucho más limitado. Este inconsciente se relacionaba habitualmente con los aspectos más materiales, biológicos e instintivos de la realidad, con los más ciegos e infrarracionales.

D’Ors comparte con este planteamiento la importancia fundamental de las dimensiones inconscientes, ignoradas durante siglos por la filosofía y la psicología en favor de lo consciente. Pero niega que estas dimensiones sean reductibles a lo subconsciente o infrarracional, a las dimensiones más instintivas y biológicas, que en último término conectan con la naturaleza y son por tanto fuente de disgregación y pasividad. Junto con esta dimensión subconsciente y más allá de la conciencia en sentido estricto, hay otra dimensión inconsciente, pero en este caso superior a la conciencia en su potencia creadora y fuerza intelectual: la sobreconsciencia. De este modo la estructura del yo no se puede reducir a una única dimensión, sino que está configurada por tres dimensiones inseparables y en tensión interna, aunque jerárquicamente articuladas: la subconsciencia, por la que el hombre pierde su especificidad y se disuelve en la naturaleza, principio de dispersión y de embriaguez; la conciencia, dimensión intermedia de individualidad y control racional; y la sobreconsciencia, principio superior del espíritu, fuente de una unidad e inteligencia superiores más allá de la estricta individualidad consciente, que otorga una personalidad estable y arquetípica por encima de los avatares y sucesos particulares de la vida. A esta dimensión sobreconsciente, fuente de la personalidad superior, es lo que, con toda su carga simbólica, denomina Ángel.

2.5. La ciencia de la cultura

Sus reflexiones en torno a la cultura y la historia son una de las partes más originales y valiosas de su producción. El desarrollo de la historiografía y del historicismo a lo largo del siglo XIX, especialmente en Alemania y Francia, el renacer del clasicismo y de la preocupación por las fuentes griegas a inicios del siglo XX, especialmente en Francia e Italia (con mucha influencia en Cataluña), y las filosofías de la cultura en el período de entreguerras representadas por Spengler, entre otros, y el desarrollo de la etnografía forman el contexto importante para entender el sentido de su propuesta. La ciencia de la cultura que postula pretende comprender de una manera nueva la historicidad humana; y comprenderla a fondo, sin contentarse con una mera descripción superficial ceñida a una narración lineal o a la sucesión de etapas únicas e irrepetibles. Para ello propone trascender la perspectiva temporal y fijarse en estados estables y en dominantes formales que dan significado al devenir.

En conexión directa con su teoría de la personalidad, también aquí su análisis distingue tres niveles diferentes, que son tanto estadios de evolución como perspectivas de considerar el devenir del hombre en el tiempo y en sociedad. El nivel inferior lo denomina la prehistoria, y se caracteriza por la vida más básica, instintiva y unida a la naturaleza, sin conciencia del tiempo. El nivel intermedio está formado por la historia, en donde hay conciencia de la continuidad de un grupo particular a lo largo del tiempo, nivel en el que por tanto es decisivo el devenir cronológico y el sentido lineal o progresivo del tiempo. El nivel superior está formado por la posthistoria o cultura, la dimensión más profunda y decisiva, donde además de la conciencia de la continuidad en el tiempo se da la conciencia de la solidaridad en el espacio, es decir, se establece una perspectiva universal que conecta todos los fenómenos más allá de las diferencias cronológicas o locales. Bajo esta perspectiva lo decisivo no son las relaciones causales, sino las significaciones esenciales, los esquemas formales predominantes que reúnen y dan sentido e inteligibilidad a las realidades particulares, superando, sin suprimir, la mera particularidad. A estos esquemas formales, los elementos fundamentales que permiten la comprensión de la historia, los denomina eones. Los eones son constantes formales siempre presentes, pero no son estáticos o inmutables, sino que se dan a menudo en relaciones de oposición duales o triádicas que generan tensión y vicisitud en la historia en función del predominio cambiante de uno u otro. Algunas de estas relaciones entre eones o constantes históricas son clásico-barroco, Roma-Babel, ecúmeno-exótero, femenino-masculino-angélico.

La ciencia de la cultura consiste en último término en una comprensión morfológica, no cronológica ni causal, del devenir humano y responde a la intención filosófica que está siempre detrás de todas las reflexiones orsianas: lograr una síntesis del tiempo y la eternidad, de la anécdota y la categoría, de lo particular y lo universal, en el que el primer término adquiere su significación y valor a la luz del segundo.

3. Obra del autor

No existe todavía una edición de obras completas de d’Ors, y debido al enorme volumen de sus escritos y a la gran variedad de lugares, tanto en España como en otros países, donde fueron publicados su realización no será nada sencilla. Actualmente el acceso a buena parte de su producción no es fácil: muchos de sus escritos no se han vuelto a publicar después de su aparición original en la prensa o en ediciones en libro en vida del autor. Lo más completo que hasta la fecha se ha logrado es la publicación sistemática y muy cuidada de la Obra catalana completa, todo lo que publicó en catalán desde sus inicios hasta que abandonó Cataluña; la inició la editorial Quaderns Crema en 1987 y aún no se ha finalizado. Otra importante publicación, dirigida por el propio d’Ors, es la amplia selección de glosas aparecidas en varios medios entre 1920 y 1945 que se publicó en cuatro volúmenes por la editorial Aguilar entre 1946 y 1949 bajo los títulos de Nuevo Glosario y Novísimo Glosario. En la Editorial Comares vieron la luz entre 1997 y 2002, con el título global de Último Glosario, todas las glosas que publicó en Arriba entre 1946 y 1951. Quien quiera conocer lo mejor de d’Ors sin duda debe acudir a las glosas de La Veu de Catalunya, que puede encontrar en la serie mencionada de Quaderns Crema.

Para conocer más directamente el pensamiento filosófico de d’Ors hay otros textos fundamentales: el breve ensayo Lo barroco, la serie de glosas publicada como Introducción a la vida angélica. Cartas a una soledad y el último libro en el que trabajó y que dejó inacabado, publicado póstumamente, La Ciencia de la Cultura. Poco antes de morir publicó un libro extenso que pretendía ser una síntesis sistemática de todo su pensamiento, El secreto de la Filosofía, pero sin conocer previamente el desarrollo de sus ideas puede resultar oscuro y no dar una imagen cabal de la fuerza y novedad de su pensamiento. En sus años de juventud también publicó breves artículos importantes en su desarrollo filosófico como Religio est libertas, El residúu en la mesura de la Ciencia per l’Acció, Note sur la curiosité, Note sur la formule biologique de la logique o Una primera lección de filosofía. En su primer viaje a Argentina publicó una primera exposición sistemática general de su pensamiento, en una edición muy difícil de encontrar hoy en día: Introducción a la filosofía.

Sus creaciones más propiamente literarias, la mayoría aparecidas previamente como glosas, también son un elemento imprescindible para conocerle, no sólo por su contenido filosófico, sino para valorarle como un exponente privilegiado del vanguardismo literario de inicios del siglo XX. Entre ellas, destacan especialmente La Ben Plantada, Gualba, la de mil veus, La lliçó de tedi en el parc, Sijé y Jardín botánico. Para conocer sus narraciones breves es muy recomendable la selección que con el título Cuentos filosóficos editó Carlos d’Ors en 2007. Con un fuerte componente literario también destacan sus biografías, especialmente la dedicada a Goya y publicada originalmente en francés, aparecida en castellano, El vivir de Goya, dentro de la recopilación Epos de los destinos.

Sus críticas y comentarios artísticos son sin duda una de las partes más conocidas y que más fama le dieron de toda su producción. Entre ellas, destaca en primer lugar Tres horas en el Museo del Prado, editada una y otra vez hasta nuestros días. También son muy destacables Cézanne, Pablo Picasso, Teoría de los estilos y espejo de la arquitectura y Las ideas y las formas.

4. Bibliografía

4.1. Obras destacadas de Eugenio D’Ors

Serie Obra catalana completa. Barcelona: Quaderns Crema, 1987-2009.

Serie Nuevo Glosario. Madrid: Aguilar, 1946-1949.

Serie Último Glosario. Granada: Comares, 1997-2002.

Lo barroco. Madrid: Tecnos/Alianza, 2002.

Introducción a la vida angélica. Cartas a una soledad. Madrid: Tecnos, 1986.

El secreto de la Filosofía. Madrid: Tecnos, 1998.

La ciencia de la cultura. Santa Coloma de Queralt: Obrador Edèndum, 2011.

4.2. Bibliografía secundaria

Fuentes Codera, M. Un viaje por los extremos. Eugenio d'Ors en la crisis del liberalismo. Granada: Comares, 2017.

García-Navarro, A. Eugenio d’Ors. Bibliografía. Pamplona: Cuadernos de Anuario Filosófico. Serie Universitaria, 1994.

Jardí, E. Eugeni d’Ors: Obra i vida. Barcelona: Quaderns Crema, 1990.

López Aranguren, J. L. La filosofía de Eugenio d’Ors. Madrid: Espasa-Calpe, 1981.

Martínez Carrasco, A. Espíritu, inteligencia y forma. El pensamiento filosófico de Eugenio d’Ors. Pamplona: Eunsa, 2011.

Navarra, A. La escritura y el poder. Vida y ambiciones de Eugenio d'Ors. Barcelona: Tusquets, 2018.

Ocaña García, M. D’Ors. Madrid: Ediciones del Orto, 1997.

Rius, M. La filosofia d’Eugeni d’Ors. Barcelona: Curial, 1991.

Varela, J. Eugenio d'Ors (1881-1954). Barcelona: RBA, 2017.

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Martínez Carrasco, Alejandro, Eugenio D’Ors, en Fernández Labastida, Francisco – Mercado, Juan Andrés (editores), Philosophica: Enciclopedia filosófica on line, URL: http://www.philosophica.info/archivo/2023/voces/dors/Dors.html

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